La continuidad en la política exterior de EU

Edward Snowden
Foto: AP
Javier Oliva Posada
Columnas
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Desde los estertores de la Segunda Guerra Mundial, de forma gradual y firme, se fueron asentando las nuevas prioridades en el manejo de la presencia de Estados Unidos en el mundo: por fin, y en definitiva, había sido derrotada la visión aislacionista que trataba de evitar cualquier acción más allá del continente americano.

La política exterior de la Unión Americana a partir de 1947, cuando se crean —entre otras dependencias— el Departamento de Defensa y la CIA, sería condicionada por los intereses de la agenda de seguridad nacional.

Así, una compleja mezcla de intereses económicos, rivalidades ideológicas con la entonces Unión Soviética, el acceso a recursos naturales, así como garantizar zonas de influencia, orientaron —y lo siguen haciendo— las acciones encaminadas a fortalecer la influencia estadunidense en el orbe.

Desde luego que hay regiones donde las presiones surten más efectos que en otras. De Oriente Medio al Norte de África o a la frontera con México la relevancia que tiene la política exterior en Estados Unidos puede detectarse con facilidad, cuando se sabe que la principal oficina burocrática, luego del despacho presidencial o Salón Oval, es el Departamento de Estado.

Harold Brown, ex secretario de Defensa, declaró en mayo de 2011 que detrás de cada secretario de Defensa hay un secretario de Estado a la espera. Y no le ha faltado razón para comprender las condiciones en que se dictan tanto la diplomacia de su país como de los escenarios bélicos desde 1945.

En este segundo mandato de Barack Obama, una vez anunciado el relevo de Janet Napolitano en el Departamento de Seguridad de la Patria —ha sido también cambiado por completo el gabinete de seguridad nacional de su primera gestión, incluyendo al Departamento de Estado y al director de la CIA, entre otros cargos—, la reactivación de la política exterior pasará de forma previsible por un reordenamiento en las relaciones con Latinoamérica.

Lo anterior se puede observar a partir no solo de las giras presidenciales de Obama por nuestros países o las visitas de altos funcionarios de su equipo, sino también por la serie de evidencias en cuanto a la formación de bloques políticos y económicos con la mira puesta en contrabalancear la influencia de China en la región, comenzando por el gigantesco Océano Pacífico.

Influencia

Sobre este complejo tema mucho se ha escrito respecto de la variable comercial, pero poco se ha analizado el despliegue de fuerzas militares, tanto de Estados Unidos como de la potencia asiática, para incidir en la confluencia del Pacífico con el Índico (esto ya lo he apuntado en otras entregas).

Ahora la cuestión radica en las condiciones en que, luego de que conocidos gracias a las revelaciones de Edward Snowden los sistemas de espionaje regional y de gran escala, Estados Unidos demuestra —sobre todo para aquellos aficionados a la teoría de la decadencia de esa nación— que sus tendencias protagónicas y de influencia están muy lejos de verse debilitadas.

Por eso es muy relevante recordar cuáles y por qué son los orígenes en las prioridades en cuanto a la política exterior, así como la notable incidencia de los asuntos militares en esa misma materia. No se trata de un asunto de preferencias: es conocer la historia de un proceso que influencia a escala mundial.

La evidencia más cercana en cuanto a la relación indisoluble de seguridad nacional y diplomacia son las negociaciones que ahora, directamente, lleva la Casa Blanca con la Unión Europea para tener acceso a los archivos públicos de información de ciudadanos.

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