Una vez iniciada la retirada formal de Afganistán, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos han hecho un ajuste de fondo en lo que respecta a su presencia en probables escenarios de tensión.
El primero y más evidente es el del sudeste asiático y la contención a la expansión marítima y militar de la República Popular de China. Ya desde 2009 hay presencia militar permanente de EU en el norte de Australia. Incluso la llegada al gobierno de Japón de un liderazgo conservador, como el encabezado por el nuevo primer ministro Shinzo Abe, también habrá de incrementar las tensiones entre China y este país, por el reclamo de unos islotes en el Mar Amarillo (llamados Senkaku para Japón, Diaoyu para China).
De hecho, Shinzo Abe ha anunciado ya la modificación a la Constitución de 1947, para dar paso a la creación de unas Fuerzas Armadas propias y dejar atrás la denominación de Fuerzas de Autodefensa.
Pese a que Japón tiene el sexto presupuesto más alto destinado a Fuerzas Armadas, el cambio de denominación es más que un simple juego de palabras: se trata de un cambio de mentalidad y deja atrás los resultados impuestos por EU luego del armisticio de 1945. Una presencia militar activa de Japón en la zona, con la profunda alianza con Estados Unidos, será una variable novedosa en el entramado de intereses a considerar para los siguientes años.
Otros
El segundo escenario de tensión se encuentra en el norte de África, en particular, en lo que hace a la debacle de la unidad nacional de Mali.
Antigua colonia francesa, el norte de ese país es el lugar seleccionado por las milicias irregulares de varias organizaciones terroristas de inspiración islámica. Francia ha propuesto una intervención a gran escala de la OTAN. Y aunque el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha mostrado escepticismo para llevar adelante la operación, no deben descartarse algunas incursiones preventivas. Sobre todo si se considera que el terrorismo retomará la centralidad en la agenda internacional de seguridad.
Otro teatro de operaciones, sin duda, será Siria y los potenciales efectos que tendrá sobre el complejo equilibrio en la zona, sobre todo en lo que hace a los intereses de Irán. Si bien esos dos regímenes se han disputado la misma zona de influencia, es importante considerar que la debacle de la tiranía de Bashar el-Assad deja en solitario al gobierno de Teherán como único desafío para la OTAN en esa conflictiva región.
El anuncio hecho por Leon Panetta respecto de emplazar baterías de misiles Patriot en la frontera turco-siria es un claro respaldo y compromiso con Ankara de parte de sus socios de la misma OTAN.
Por lo que hace a Latinoamérica, la posibilidad de un agravamiento en el equilibrio social como consecuencia de la actividad depredadora del crimen organizado implicará una reconsideración de las prioridades en materia de seguridad nacional para la Casa Blanca. Y es obvio: debido a la proximidad física de los problemas y los efectos que sobre el conjunto de naciones puede tener un mayor deterioro en la calidad de las democracias y en la fortaleza de los Estados para hacer cumplir la ley, las agencias de seguridad e inteligencia de Estados Unidos pretenderán tener una mayor presencia en la región latinoamericana, incluyendo a México.
Esto, a su vez, se traduciría en una transformación en las reglas diplomáticas y de cooperación en la historia del continente americano. Todo, bajo la presión destructiva de la criminalidad.