En primer lugar debemos considerar que ya es muy difícil encontrar un antagonismo a la seguridad nacional de algún país, sin que aquel tenga relación con el ambiente geográfico inmediato; en segundo término, es muy claro que para su atención, control y probable fortalecimiento la respuesta debe ser organizada y articulada entre varios gobiernos, instituciones, leyes y acuerdos internacionales.
La profunda crisis migratoria que vive Europa de ninguna forma puede ser tratada o vista como hasta ahora por países como Estados Unidos o Israel, que no obstante el dramatismo de la situación con base en las distinciones sociales o las distancias físicas asumen que “no les corresponde”.
Tan solo hace falta un repaso —incluso superficial— de la historia para darnos cuenta de lo complejo que resulta tratar de aplicar medidas unilaterales, a pesar de su dimensión emocional. Y el ejemplo lo ofrecen miles y miles de alemanes al recibir como auténticos familiares a los refugiados procedentes de Siria, Eritrea, Afganistán, Irak y Somalia, entre otros.
La dramática y absurda muerte de ocho turistas mexicanos en Egipto como consecuencia de un muy deplorable error de las fuerzas de seguridad de aquel país, al confundir un conjunto de vehículos con otros que transportaban terroristas del criminal Estado Islámico (EI) es, por si alguien tenía dudas, muestra de lo interrelacionados que se encuentran los acontecimientos entre dos puntos de la geografía mundial tan eventualmente distantes y hoy tan cercanos en la desgracia.
Por eso establecer y aplicar criterios que impliquen a las variables más relevantes de la coyuntura, así como las causales histórico-estructurales, permitirá delinear con precisión los antagonismos que integran las agendas de seguridad internacional y fortalecer esta en beneficio de todos.
Referente
Desde hace poco más de una década en México nos encontramos imbuidos en la lógica de la confrontación y el sometimiento a las organizaciones criminales.
Las Fuerzas Armadas, con ejemplar dedicación y disposición, han logrado lo que decenas de gobiernos locales y estatales en el tiempo no han querido o podido hacer: recuperar la paz pública y la aplicación plena del Estado de Derecho.
Mientras eso pasa y consume nuestra atención inmediata como sociedad y gobierno (con razón, aunque sin perspectiva), en otras partes del mundo, como Egipto, nos recuerdan que la Tierra es un planeta, es una unidad: pensar o creer que lo que pasa en otras alejadas partes del mundo tiene poco que ver con nosotros es un tan grave como costoso error.
Los antagonismos georregionales demandan, pues, un enfoque proporcional: las aportaciones de México, por su privilegiada ubicación, deben ser un referente internacional de visión de largo plazo donde la obtención de la paz deje de ser un objetivo y se convierta en una condición para el desarrollo.