ASALTO A LA DEMOCRACIA

Javier Oliva Posada
Columnas
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En primer lugar espero que tengamos un saludable 2021 en medio de la expansión de una epidemia que ha puesto a prueba nuestras capacidades y limitaciones como sociedad, individuos e instituciones. No obstante este año que recién inicia promete, al igual que el anterior, opciones de superación y consolidación de metas que implican compromisos que fundamentan el desarrollo de cada país. Sin duda el estado de ánimo será por mucho el principal recurso.

Por otro lado las escenas y noticias procedentes de Washington a propósito de los actos vandálicos y el intento de rebelión por parte de unos centenares de manifestantes afines al futuro expresidente Donald Trump dejaron en claro que pese a la historia, tradiciones, leyes, instituciones y prácticas cívicas ninguna sociedad está exenta de los radicalismos, que por esencia son irracionales en tanto no aceptan puntos de vista diferentes y menos aún contrarios: sean raciales, religiosos, ideológicos de cualquier tipo, terminan por trastocar de manera violenta el entorno, sin importar las consecuencias.

Los recursos ilegales y retóricos del todavía mandatario estadunidense le han costado la posibilidad de ser un serio aspirante a la candidatura del Partido Republicano en 2024.

Incluso su más cercano compañero político, el vicepresidente Mike Pence, lo dejó solo en la insólita aventura de torpedear la estabilidad de la principal potencia mundial; incluyendo desde luego a los dirigentes legislativos de las dos cámaras del Congreso.

Donald Trump, en unas cuantas horas, dinamitó la formidable base electoral que obtuvo en los comicios de noviembre pasado, para colocarse sin duda alguna como el peor mandatario en la historia de su país.

Así, desde la catastrófica gestión —por usar un eufemismo— hasta la puesta en práctica de un anacronismo aislacionista la gestión del todavía presidente pasará a la historia como el gobierno que potenció para mal el radicalismo racista de una sociedad de por sí marcada por prácticas de marginación y falta de oportunidades para enormes segmentos sociales. No hay duda, por otra parte, de que los rasgos heredados de una economía que concentra la riqueza y cierra las opciones de desarrollo a los segmentos semiurbanos y rurales fueron el sedimento y ambiente propicio para reivindicar en Estados Unidos esa vuelta a ser grandes otra vez.

Lección

Aunque faltan unos cuantos días para el cambio de poderes, el 20 de este mes, ya se dieron pasos consistentes, conscientes y, sobre todo, responsables para retomar la vida institucional del país.

Como se sabe el cuestionamiento del proceso electoral aludiendo a un fraude sin ninguna prueba, con revelaciones a propósito de conversaciones del presidente Trump con funcionarios estatales pidiendo que desconocieran la voluntad de la ciudadanía, amén de una histórica carta o artículo firmado por todos los exjefes del Departamento de Defensa señalando la imposibilidad de usar a las Fuerzas Armadas a favor de un declarado golpe de Estado, implicaron un decisivo proceso que conducirá ante los tribunales a Trump una vez que deje la Casa Blanca.

Tráfico de influencias, corrupción y prevaricación serán la serie de acusaciones que enfrentará Trump en una solitaria condición donde muy pocos le acompañarán, salvo radicales que no pasarán de unos cuantos, comparados con los millones de votantes que sufragaron por él y por el próximo presidente, Joseph Biden. Una verdadera lección histórica la que vimos y leímos en estos días se instalará en los anales de lo que implica actuar con sensatez y con responsabilidad en los momentos más difíciles para una sociedad.