EL GRAN (PELIGRO) RETO DE CAMBIO CLIMÁTICO

“Nos encontramos en el límite para contener el deterioro del medio ambiente”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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Recuerdo que cuando todavía no estaban disponibles las vacunas para hacer frente al virus de la pandemia se publicó en el New York Times un cartón en el que dos boxeadores, uno representando al planeta y el otro al Covid-19, intercambiaban derechazos. Eran de proporciones similares pero, recargado en las cuerdas del ring, había un peleador de formidables dimensiones observando a los dos pequeños gladiadores. Ese enorme boxeador esperaba su turno para medirse con el planeta Tierra. Llevaba en su bata la leyenda “Cambio climático”. Solo por apariencia sería el triunfador, sin duda, en el primer round.

La alegoría es más que oportuna. Dramática, se puede decir. Lo que hoy vivimos con la pandemia podemos tomarlo, literal, con todo y el dolor que causa en el mundo, como un ensayo, una pelea de sombra.

El verdadero reto ya se ha vivido en meses y años recientes con incendios, inundaciones, temperaturas extremas de calor, sequías.

Por ejemplo, de las 32 entidades que forman la República Mexicana 25 tienen graves problemas de abasto de agua para consumo humano. Sin duda la crisis hídrica es ya un problema de tales dimensiones, que los especialistas en estos asuntos llaman la atención sobre lo que serán las “guerras del agua”.

A decir de especialistas, activistas destacadas como Greta Thumberg, centros de estudios de prestigiadas universidades, científicos y en resumen de la comunidad dedicada al estudio de medidas para prevenir el cambio climático y sus potenciales devastadores efectos, los resultados de la COP 26 —que concluyó sus trabajos el 13 de noviembre del año pasado en Glasgow, Escocia— fueron, para decir lo menos, más retóricos que efectivos en cuanto a lograr acuerdos decisivos.

Tan fue así, que las calles de la capital de Escocia se convirtieron en escenario de multitudinarias protestas simultáneas al desarrollo de los trabajos de la COP 26.

Viabilidad

¿Qué opciones le quedan a los segmentos sociales conscientes, organizados o en lo individual, para aplicar medidas que por lo menos contengan el deterioro del medio ambiente? He tenido la oportunidad de reseñar en este generoso espacio cómo el último glaciar del Iztaccíhuatl, el Ayoloco, se declaró formalmente extinguido en abril pasado. Los efectos sobre los manantiales subterráneos, de donde se abastecen millones de personas, miles de hectáreas de producción agroalimentaria, entrarán sin remedio en una verdadera situación de crisis.

¿Estamos preparados? ¿Qué medidas debieran estarse tomando desde ahora? Esta es una evidencia incontrovertible de que, al igual que la pandemia, los efectos del cambio climático —aunque sea una obviedad decirlo hay que hacerlo— no reconocen fronteras.

Persistir en la ruta de las soluciones parciales, esto es, que cada país haga su parte, es garantizar el fracaso. La mayoría de los asuntos de la agenda de seguridad internacional implican la decidida colaboración multilateral. Tráfico de personas, de armas, de drogas, entre otros muchos negocios ilícitos, afectan en distintas formas a las sociedades.

El cambio climático afecta a la humanidad entera. Esa es una diferencia sustantiva, puesto que está en riesgo la viabilidad del planeta, nuestra casa. No hay a dónde “escapar”. Nos encontramos en el límite para contener el deterioro del medio ambiente, según estudios de la UNAM. En unos cuantos años las afectaciones serán irreversibles.