LA LARGA Y SANA TRADICIÓN DEL ASILO MEXICANO

“El restablecimiento de los principios del asilo político devuelve la visibilidad a nuestro país”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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Hay casos emblemáticos, como el del héroe nacional de Nicaragua, César Augusto Sandino, o como la oleada de refugiados de los países sudamericanos, quienes escaparon de una muerte a manos de las dictaduras militares que predominaron en la región de la década de los 60 hasta bien entrada la de los 90: nuestro país se caracteriza por mantener una notable presencia internacional de solidaridad, demostrada en los hechos.

Ahora, con la llegada de afganas y afganos, sin especificar su número puesto que se prevén más arribos, la Secretaría de Relaciones Exteriores en buena hora refrenda la tradición de dar asistencia a mujeres y hombres que por razones de carácter político sufren o pueden padecer daños a su integridad física.

De manera desafortunada el nuevo gobierno en Kabul, que encabezan los talibanes, comienza a dar muestras de intolerancia tanto a la libertad de expresión como al trato digno a las mujeres.

La fecha perentoria para hacerse del control del aeropuerto internacional es la misma de la salida de los soldados de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) y de Estados Unidos: el 31 de este mes. Acordada con el presidente de ese país, Joseph Biden, no hay disposición de ninguna de las partes para ampliar dicho plazo para permitir la salida de más personas. Las estrujantes escenas de violencia y caos en las instalaciones del aeropuerto son cada vez más intensas.

En ese dramático contexto es que se da el ofrecimiento de asilo político a las personas procedentes de Afganistán, quienes saben que más temprano que tarde verán afectados su derechos ciudadanos y humanos.

La decisión del gobierno mexicano ha merecido, y con razón, una serie de reconocimientos tanto de medios de comunicación internacionales como de organismos multilaterales, incluyendo a la Organización de Naciones Unidas (ONU). Si a esto le sumamos la digna actitud asumida por la representación de México en el Consejo de Seguridad de dicho organismo, que hoy encabeza el exrector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, es claro que hay una reconsideración de las bases de la política exterior y de la diplomacia de nuestro país.

El titular de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, desarrolla una intensa agenda, tanto nacional como internacional, en lo que corresponde a la proyección de los intereses nacionales en un cambiante y desafiante escenario. De ahí que la llegada de mujeres y hombres procedentes de Afganistán, que con seguridad la mayor parte de ellos optará por nuestro país como segundo hogar, refrenda ese compromiso humanitario y sin distingos de cualquier tipo para asistir a quienes lo único que buscan es sobrevivir en condiciones dignas.

La consistencia de una política exterior con base en principios, cuando se manifiesta en los hechos gana congruencia y por lo tanto credibilidad en el ámbito internacional. Esto último se había venido perdiendo en anteriores sexenios: en más de una ocasión se leía y escuchaba en las coberturas mediáticas de eventos en diversas partes del mundo “¿en dónde está México?”

De ahí que el restablecimiento de los principios del asilo político devuelva la visibilidad a nuestro país en medio de una severa crisis geopolítica, diplomática y militar como la que ahora se vive en el centro de Asia. Debemos estar vigilantes y seguir con atención el desarrollo de los acontecimientos. No hay forma de sostener que “como está muy lejos” la situación en poco o nada nos afecta. Ya se evidenció que no es así.