LA NUEVA ETAPA DE LA SEGURIDAD

En la tarea para contener la epidemia el protagonismo ciudadano y vecinal es clave.

Javier Oliva Posada
Columnas
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No hay aspecto de la vida cotidiana que vaya a dejar de ser afectado por la epidemia. Incluso los amorosos, pasando por los vecinales, así como —desde luego— los escolares. Ni qué decir del nuevo ambiente en las oficinas, en las zonas rurales, en los viajes y desplazamientos en cualquier tipo de transporte. La medicina, la arquitectura, las expresiones artísticas… en fin, cualquier ambiente de nuestra actividad ha sido trastocado. Más aún el de las seguridades.

Sea la social o la pública, las dimensiones de la seguridad, como lo he planteado en otras ocasiones desde este privilegiado espacio, están siendo ajustadas de fondo en cuanto a sus presupuestos analíticos y ámbitos de competencia. Por ejemplo, ¿quién duda que un rebrote de la epidemia en Nueva York, Londres, la Ciudad de México o Río de Janeiro sería una asunto de seguridad interior y podría dar paso a una severa crisis política?

Los de por sí desdibujados límites de bienes a tutelar por cada una de las seguridades se yuxtaponen y demandan un nuevo enfoque, tratamiento y aplicación de medidas inter y transdisciplinarias.

Esto exige que la realidad y las dinámicas sociales se redefinan a partir de un asunto sanitario que implica un serio riesgo de muerte para el organismo infectado. Recordemos que en nuestro país tenemos un índice de letalidad, a la fecha, de 11% frente a 4% a escala o promedio mundial. Así que las variables que tienen las autoridades y gobiernos en general en México se ven presionadas para atender desde miedos hasta rechazos violentos, por ejemplo, a personal médico y sanitario por parte de familiares de pacientes e incluso vecinos.

También en cuanto a la seguridad pública un incremento de casos, previsibles en el sistema de salud, si no se está en condiciones razonables de atender a los pacientes infectados o no, de la epidemia u otros padecimientos, puede dar paso a manifestaciones de violencia abierta o selectiva.

Ciudadanía

Se ha pronosticado por parte de diversos centros y universitarios internacionales que atienden la estadística de la epidemia que para fines de octubre México contabilizará entre 97 mil y 100 mil fallecimientos, poco más del triple de lo registrado hasta esta semana. La pregunta obligada es si hay las capacidades instaladas o por instalar para hacerle frente a tan formidable desafío.

Por eso en medio de las presiones para regresar a la actividad económica, que nunca será “como antes”, las personas tienen en sus manos la opción para reducir de manera sustancial la posibilidad de engrosar las cifras y estadísticas de contagiados y muertos: la calidad del civismo y de las prácticas ciudadanas nunca en la historia reciente habían sido tan importantes. Por supuesto que en cualquier momento son relevantes, pero ahora lo son como jamás.

De allí que en la tarea para contener y, de ser así, disminuir los efectos negativos de la epidemia el protagonismo ciudadano y vecinal es clave.

Las dimensiones de la seguridad en caso de contar con expresiones de madurez cívica, sobre todo en cuanto a seguridad pública, pueden verse beneficiadas una vez que se estabilice la situación de crisis.

Seamos claros: estamos lejos de “normalizar” la situación. Es mejor prepararse para responder de la mejor manera a las exigencias del deterioro que se observa en varias partes del país en cuanto al incremento de la actividad delictiva, organizada y común.

Pero es el comienzo. Mucho se puede hacer para rectificar lo que antes de la epidemia se hacía, desde la misma sociedad y desde las estructuras de gobierno.