LA SEGURIDAD NACIONAL EN PERSPECTIVA

Javier Oliva Posada
Columnas
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Uno de los temas y asuntos del país que cobra forma e importancia es el de las condiciones en que se encuentra en general la seguridad nacional, sobre todo por los efectos duraderos de la epidemia en los más diversos ámbitos de la dinámica del país.

En efecto, y como expondré líneas abajo, las variables que se dan cita en México difícilmente las encontramos en otros casos: de ahí que para procesar los antagonismos y condiciones que propician la estabilidad se requiere del establecimiento de medidas claras y susceptibles de alcanzarse.

Por una parte la prolongación de la epidemia es algo que debemos dar por descontado. De manera razonable, sin precipitaciones y dando un margen de error en cuanto al programa para la aplicación de la vacuna, es probable que en diciembre estemos en los comienzos de un retorno parcial, híbrido, semipresencial o mixto. La denominación no es relevante, lo sustancial es no adelantar medidas de flexibilidad ante la evidencia del recrudecimiento de los contagios y fallecimientos, así como por la escasez para la obtención de los millones de vacunas que la sociedad mexicana requiere.

Como consecuencia de la grave situación de la epidemia y la aplicación de indispensables medidas restrictivas, miles y miles de negocios han cerrado y/o quebrado, enviando a millones de personas al desempleo. Los efectos aún están por verse debido al confinamiento pero tan solo los indicadores de violencia de género e intrafamiliar nos adelantan un panorama sin duda complejo.

El desempleo es una de las expresiones más diáfanas en cuanto a lo que se entiende por una crisis económica ya que si bien es cierto que hay otras manifestaciones como las devaluaciones o la inflación, la parte más sensible es cuando una disfunción generalizada en la economía se traduce en el envío de las personas al desempleo. Se cortan las aspiraciones de miles y miles de familia, los proyectos se reducen a nada, con lo que las frustraciones que esto acarrea.

Los conflictos entre vecinos aumentan, además desde luego de lo apuntado al interior de las familias. En ese ámbito la actividad criminal encuentra el mejor ambiente para incrementar su capacidad violenta y poner en predicamento a las autoridades locales y en ocasiones federales. Así, esas tres variables: epidemia, desempleo y criminalidad, someten al proceso democrático y electoral, cuyas campañas por el voto comienzan de forma legal el 4 de abril y concluyen el 2 de junio.

Talante

Es indudable que las condiciones de la seguridad nacional, como sucede de manera cíclica, se ven sometidas a presión. No obstante debemos tener claro que, aunado a lo ya señalado, una polarización de la sociedad, bajo las argumentaciones que sean, es otro aspecto que no se observa hasta ahora en el México contemporáneo.

Cierto que las campañas y los procesos electorales generan polémica y disensos pero ambos aspectos de ninguna manera deben llegar a los extremos de la violencia física, las campañas de difamación o las noticias falsas: nadie sale ganando en ese ambiente y sí, en cambio, se puede alterar la marcha y el desarrollo del país, lo que a su vez afecta de manera notable los sistemas sociales en su vida cotidiana.

La seguridad nacional, entonces, es un bien a tutelar por autoridades y ciudadanía. Y en el contexto en el que nos encontramos (y visualizamos) lo será también del perfil de los candidatos, de los contenidos de sus propuestas y del talante democrático/tolerante que demuestren en los meses de campaña.

Desde estas páginas deseamos un pronto restablecimiento al general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González.