LA SIGUIENTE ETAPA DE LA HUMANIDAD

PODER NACIONAL

Javier Oliva Posada
Columnas
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La ingente cantidad de análisis que se han publicado y difundido a propósito de lo que nos espera una vez que se contenga la expansión de la epidemia se ubica en dos posiciones en general: la que supone que hemos llegado al final de las distintas versiones del capitalismo y, por otra parte, la que supone que muy poco habrá de cambiar una vez que retornemos a una precaria normalidad.

Desde luego que hay una tercera y minoritaria postura, que alude a una mezcla de ambas y que en lo personal me parece que prevalecerá.

Pese a que la economía no es mi área profesional de experiencia, en las crisis de la actividad productiva, sean nacionales o internacionales, el dinero no desaparece: solo cambia de manos. Es decir, sin excepción, por ejemplo en la Gran Depresión o la etapa de las hipotecas basura de 2008, hubo ganadores. Y con grandes cantidades de dinero lograron sobrevivir a otros propietarios de grandes fortunas que no leyeron o quisieron modificar sus conductas ni decisiones.

Ahora no es muy distinto. Me imagino las ganancias, por ejemplo, de las firmas farmacéuticas que tarde o temprano van a comercializar una vacuna contra el COVID-19 y sus mutaciones. También a los fabricantes de equipo especializado para atender a pacientes graves, así como las empresas que surten de insumos sanitarios (cubrebocas, guantes de látex, entre otros). Sabemos que conviviremos con las secuelas de la epidemia por varios años.

También en el ámbito del internet, revisando la información de cómo se fue al cielo el valor de las acciones de empresas como Zoom o productos como Microsoft Teams, para realizar sobre todo clases en línea, conferencias, reuniones de trabajo, que abrieron la puerta para que la labor desde casa pueda ser algo común.

Sin dejar de lado, por supuesto, los servicios de compra a domicilio, que incluyen a Amazon o, en México, a Mercado libre, y que han visto crecer sus ganancias de manera insólita e inesperada.

No se trata desde luego de actitudes voraces (que las hay en la economía de la libre competencia) sino que son resultado de una situación insólita en la historia reciente del mundo.

Expectativa

Por otra parte es indiscutible que el Estado, incluso en la Unión Americana con un presidente que repele las tesis de intervencionismo de aquel en la economía, no hay empresa o capital privado que pueda sustituir los programas de asistencia, financiamiento y créditos que solo el gobierno puede aportar para recuperar la marcha de la economía.

A la reactivación de la economía se suman la educación, el sistema de salud y las dimensiones de la seguridad como funciones indelegables e irrenunciables del Estado.

Ese sí me parece será uno de los cambios/lecciones aprendidas luego de las gigantescas dimensiones de la epidemia, que exigió reconvertir escuelas, hoteles, centros de exposiciones, estadios y demás infraestructura de convocatoria masiva para usarlas como centros de atención hospitalaria.

La expectativa, entonces, es que vamos a entrar a una nueva etapa del capitalismo en donde lo deseable —y hay fuertes elementos para suponerlo— es que prevalezca una visión más humana de la economía desde el capital privado y más colaborativa por parte del Estado.

No es una postura idílica: es la imposición de la realidad, demostrando con dramáticas evidencias el estrepitoso fracaso de un modelo de acumulación donde primero son las cosas y después la persona.

Por eso el protagonismo de los líderes políticos en estas condiciones se vuelve un recurso crítico para cimentar esa nueva etapa.