LA TEMPERATURA COMO VARIABLE EN LA GUERRA

“El invierno, factor clave”.

Javier Oliva Posada
Columnas
LA GUERRA UCRANIA VS RUSIA Y EL INVIERNO

Se trata de un tema, el de la temperatura, fundamental en la planeación y el desarrollo de un conflicto bélico, aunque quizá no muy visible en los textos comunes, que se centran de forma preponderante en la calidad y potencia de las armas, así como en las capacidades de las unidades y el armamento orgánico (el que porta el soldado de manera personal) y los muy relevantes servicios de intendencia, incluyendo por supuesto la atención médica en el frente de batalla.

Bien, aunque parezca anecdótico, todo lo anterior se ve supeditado y a veces condicionado por las características climáticas y la temperatura: ahí están los testimonios que van desde los jefes militares del Imperio Romano, que pasaban por un fuerte frío en lo que hoy es el Reino Unido (contamos para esto con los relatos para la construcción de la célebre y extraordinaria Muralla de Adriano), hasta los combates en el desierto durante la Segunda Guerra Mundial que propiciaban bajas en ambos ejércitos, el alemán y el británico, como consecuencia del calor.

En México, por su dilatada geografía, se requieren integrantes de las Fuerzas Armadas bien adiestrados, lo mismo para el combate en selva que en la alta montaña, en el desierto y/o en las planicies. En todos los casos requieren de determinado avituallamiento para el cumplimiento de las misiones.

La condicionante del clima y la temperatura implica un factor que puede beneficiar o perjudicar a las unidades y de ahí que su valoración sea crucial para alcanzar el objetivo.

Todo lo anterior tiene que ver con el desarrollo de los combates entre las Fuerzas Armadas de Rusia y Ucrania frente a la inminente llegada del muy conocido “General Invierno”.

Antecedentes

Napoleón Bonaparte dirigió la invasión francesa a Rusia de junio a diciembre de 1812. Pero las extraordinarias dificultades que propiciaba el frío y la quema de Moscú por los mismos soldados rusos forzaron la salida de Bonaparte, quien emprendió la retirada: perdió hasta 80% de sus soldados.

El segundo caso es la invasión hitleriana a la entonces Unión Soviética. Iniciada el 22 de junio, se prolongó hasta el 5 de diciembre de 1941. Al igual que en la invasión francesa, la llegada del invierno fue un factor clave para la decisiva derrota de los invasores de la Alemania nazi.

La gran diferencia ahora es que ambas fuerzas armadas —de Ucrania y Rusia— conocen las extraordinarias dificultades que ofrece el invierno para, por ejemplo, el casi imposible desplazamiento de los tanques debido al fango.

Desde luego, las bajas temperaturas, que van en promedio de -6 a -2 grados, con capas de nieve de dos metros, pueden llegar a provocar el congelamiento de los soldados desplegados.

Y no solo eso: el acceso al agua y la higiene personal, por ejemplo, se vuelven actos heroicos, puesto que la enorme destrucción de la infraestructura ucraniana a cargo de los misiles y artillería rusa terminará por afectar a las dos partes.

Al margen de la gigantesca tragedia humana que esta o cualquier guerra propicia, será interesante observar el desarrollo del conflicto bélico en invierno y atender a la forma en que cada bando procesa las dificultades que significan el clima y la temperatura. De la manera en que Rusia o Ucrania incorporen a sus filas al “General Invierno” habrán gestionado un enorme apoyo para el desenlace de los combates.

Ahí están las recientes protestas de las madres de soldados rusos para exigir su regreso. Y esa es otra variable: las consecuencias sociales de la misma guerra, que conforme se prolonguen, más tensiones internas provocarán.