LOS ENTORNOS DE LAS MIGRACIONES FORZADAS

“Ignorancia y prejuicio respecto de la migración”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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En estos días y algunos meses atrás las condiciones de las decenas de miles de seres humanos que transitan de sus lugares de origen a otros donde al menos tengan la certeza de sobrevivir se agravaron ante el endurecimiento de las autoridades migratorias de los países de tránsito y de destino.

Hay escenarios como los de México y Centroamérica; la frontera entre Polonia y Bielorrusia; el Mar Mediterráneo en el cruce del Magreb al sur de Europa —sobre todo Italia—, así como la reciente tragedia en aguas limítrofes entre Francia e Inglaterra, que no dejan lugar a dudas de que entre la violencia crónica y el cambio climático la migración forzada es y será uno de los asuntos principales en la agenda de seguridad internacional.

El término de migración forzada tiene relativamente poco tiempo de utilizarse, pero de manera afortunada, para sustituir de una vez por todas el de “ilegal”. No hay ser humano en el mundo en esa condición. Puede ser que se encuentre en otro país en condiciones jurídicas irregulares, pero de ahí a ser descalificado con un término con dejos de racismo y xenofobia como el de ilegal hay una seria y profunda diferencia.

Las personas huyen por miles de sus lugares de origen ante tres escenarios principalmente: violencia crónica, catástrofes ambientales y/o crisis económicas. El primero alude a guerras entre países, conflictos armados internos (guerrillas, terrorismo), así como a la violencia criminal. El segundo, a los efectos del cambio climático que se traducen en prolongadas sequías, inundaciones e incendios, entre otros fenómenos meteorológicos. El tercero se refiere a largos periodos de pobreza, insalubridad y, en general, a la falta de condiciones para el desarrollo personal.

Efectos

Cada uno de estos escenarios con frecuencia se presentan mezclados para hacer más compleja y dramática la situación. Lo podemos ver en estos últimos días en nuestro país, cuando las denominadas caravanas de migrantes no solo aumentan en frecuencia sino también de forma exponencial en cuanto al número de sus integrantes. Las fotografías de los reportajes demuestran la notable movilización de seres humanos hacia el territorio mexicano, que si bien en su mayoría proceden de países centroamericanos y del Caribe también los hay, sobre todo, de África y unos pocos del centro de Asia.

Los efectos hacia el interior de los sistemas políticos y de las democracias no dejan de preocupar, pues generan reacciones que dan paso y fortaleza a expresiones de racismo y xenofobia que a su vez agitan las banderas de los nacionalismos excluyentes, como ya sucedió en Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump. Un poco más atrás, con el complejo y aún impredecible —en cuanto a sus profundos resultados—Brexit, cuyo incuestionable origen estuvo en la manipulación de la ignorancia y prejuicio respecto de la migración legal de trabajadores procedentes, en especial, de países de Europa del Este.

Más problemáticos resultan escenarios como el de Polonia y Bielorrusia, donde en ambos lados de la frontera se despliegan elementos de sus respectivos Ejércitos e incluso de voluntarios polacos para formar parte de una estructura de contención física a los intentos de ingresar en Europa por parte, sobre todo, de migrantes sirios.

El problema está lejos de resolverse y mientras tanto, ante el inicio de la temporada de frío, ya han muerto varios de ellos, desatando las protestas de organizaciones humanitarias de ambos países.

Son aspectos de una realidad que nos acompañará por muchos años si no se comienzan a procesar soluciones multilaterales.