En medio de justificadas y multitudinarias manifestaciones de jóvenes por las principales calles de Glasgow debido a que consideran que los encuentros como el de la COP26 no tienen efectos constatables en la lucha contra el cambio climático y el deterioro del medio ambiente, gobiernos de algunos países e incluso Estados y provincias de otros comenzaron a dar pasos significativos en contra del cambio climático. Tal es el caso del compromiso para disminuir e incluso poder erradicar el consumo de petróleo y gas. En caso de realizarse, ese sí que sería un ajuste de fondo y de ser posible una ruta a seguir.
Se trata de una propuesta para impedir la concesión de más licencias de exploración y explotación de combustibles derivados del petróleo y el gas.
Los países pioneros son Francia, Nueva Zelanda, Costa Rica, Portugal, Irlanda, Suecia, País de Gales, California (Estados Unidos), la provincia canadiense de Quebec y Groenlandia e Italia, en calidad de “amigo del proyecto”.
Se puede aducir que la mayor parte de los actores participantes en este innovador proyecto cuenta con recursos muy disímbolos en cuanto al acceso a combustibles fósiles, pero hay una dinámica que de forma natural les acercará para profundizar la cooperación en este trascendental objetivo.
Me refiero a la necesidad de incrementar de manera sustancial tanto las inversiones en ciencia y tecnología para la generación de energías limpias y renovables, como el permanente intercambio de avances en lo que se refiere a cómo sustituir de una vez y para siempre la emisión del monóxido de carbono, principal fuente de contaminación y también responsable principal del efecto invernadero, que favorece el potencial desastre del cambio climático.
Estaríamos así no ante una nueva expresión verbal, plasmada en el papel, sin ningún efecto real, sino frente a algo consistente y decisivo. Observamos un paso audaz que deberá ser seguido en breve por la mayor cantidad de gobiernos en el mundo, incluyendo el mexicano. O al menos es lo deseable.
Optimismo
Suspender la exploración y emisión de nuevas licencias de explotación de combustibles fósiles representa un paso determinante en el camino de los acuerdos que asumen un auténtico compromiso con las generaciones jóvenes y con su futuro. Con el tiempo esta decisión llevará a que se agoten los recursos disponibles en los yacimientos e instalaciones productoras y almacenes de gasolina y sus derivados, así como del gas. Los retos lanzados por la llamada Alianza más allá del petróleo y el gas pueden ser los que apunten de forma correcta y precisa hacia dónde deben dirigirse los esfuerzos de gobiernos y sociedades.
Aunque falta mucho camino por delante, queda claro que con la información científica disponible, procedente de los mejores ámbitos de la investigación en la materia, estamos cerca del “punto de no retorno” o de una situación irreversible. De ahí que la iniciativa aquí comentada sea una medida que genere optimismo, pero sobre todo demuestra la disposición de diversas instancias de gobierno que van de Francia al estado de California, de Groenlandia a Costa Rica, lo que a su vez se puede interpretar como que la responsabilidad para contener los mortales efectos del cambio climático no responde a los actores tradicionales (gobiernos nacionales), sino que involucran de forma internacional y no vista en otros acuerdos o encuentros de carácter mundial a gobiernos locales, decididos a ser parte de los juegos de intereses geopolíticos.
Sin duda una nueva era en la diplomacia, la que sin ser uno de sus objetivos emerge de la COP26.