Agregaré mi modesta contribución al extensísimo debate provocado antes, durante y después de la muy destacada reaprehensión de Joaquín Guzmán Loera. En principio, nos ha puesto frente al espejo de muchas de nuestras carencias y virtudes. Por ejemplo, la muy deplorable reacción del padre de Kate del Castillo, el también actor Érick del Castillo, a propósito de los enredos de su hija: “Estoy con ella a muerte”.
Me recordó a Fausto Vallejo, ex gobernador de Michoacán, cuando su hijo fue declarado culpable de ser encubridor y cómplice de Servando Gómez, La Tuta. También expresó que creía en la completa inocencia de su hoy procesado vástago.
Los padres, muchos, tienen miedo de ejercer la autoridad; así tenemos una sociedad plagada de hijos e hijas irresponsables, arbitrarios, propensos a la banalidad y hasta el crimen.
Sean Penn debe dedicarse a lo que sabe hacer. Actuar como actor y no como reportero. A la cita que duró ocho horas con Guzmán Loera fue ¡sin pluma ni libreta! Sin preguntas estructuradas, ni muchos menos redactó (si así se puede calificar a su colaboración en la revista estadunidense Rolling Stone) de memoria, demostrando un estrepitoso desconocimiento. No se tomó la molestia de revisar un mapa luego de su reunión con el criminal y líder de una de las más importantes organizaciones del tráfico de enervantes. Señaló que el encuentro se llevó a cabo en “una parte de la selva de México”. ¿Selva en Sinaloa? Y luego, para coronar su fracaso reporteril, relató que en un puesto de revisión militar (denominación correcta y no retén), los dejaron pasar “los soldados”. Este bisoño reportero, Penn, ¿sabrá distinguir entre uniformes de una policía municipal, estatal o ministerial? He consultado fuentes autorizadas y no había puestos de control en la ruta que dijo seguir hacia esa parte de “la selva” de Sinaloa.
Imperativo
La historia está bien para una película de Hollywood, que no dudemos en breve se realizará. Los hechos reales ya aportaron la trama. No hay que contratar a nadie, salvo a algunos buenos reporteros profesionales que sí estuvieron en el lugar de los hechos exponiendo su integridad. Que si la reseña del encuentro con Guzmán Loera aporta datos y elementos, pues sí, pero más sicológicos del jefe criminal que la forma de operar o de organizar las actividades ilícitas.
Ahora bien, como lo refirió Raymundo Rivapalacio en su entrega del pasado martes 12 en un diario de circulación nacional, machacar con que las llamadas y contactos entre Guzmán y Del Castillo llevaron a la aprehensión del delincuente conduce a desconocer los auténticos trabajos de inteligencia militar mexicana, los méritos y la valentía del personal de la Marina-Armada de México y del Ejército participante en la operación.
En Londres algunos medios y periodistas han tomado tan en broma el trabajo de Penn, que dijeron que su próxima labor como reportero sería una entrevista del actor de Hollywood al líder del grupo Estado Islámico.
Con todo este marasmo de información y antecedentes, no debemos perder de vista la seriedad y gravedad que vive el país en términos de la violencia criminal: secuestros colectivos en Guerrero, reorganización de las bandas criminales en Michoacán, repunte de delitos de alto impacto en Tamaulipas, mientras sigue sin avanzarse en serio, dado resultados, en la reestructuración de las policías locales.
Entretanto, el Poder Legislativo persiste en sostener la anomia en materia de seguridad pública. Es imperativo que en el siguiente periodo ordinario de sesiones, que comienza el 1 de febrero, terminen con esa inexplicable situación.