Claretta y el coronel Kadhafi

Tal como señala Jorge Luis Borges, hay paradojas históricas, senderos bifurcados, juegos de espejos crepusculares, rayas de los tigres asediando la página de la historia, paralelismos trágicos y formas de enfrentar la muerte que definen al hombre, más allá de sus errores o deficiencias.

Moamar Kadhafi
Foto: Internet
José Luis Ontiveros
Columnas
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Tal como señala Jorge Luis Borges, hay paradojas históricas, senderos bifurcados, juegos de espejos crepusculares, rayas de los tigres asediando la página de la historia, paralelismos trágicos y formas de enfrentar la muerte que definen al hombre, más allá de sus errores o deficiencias.

Cuando el entramado mediático de Occidentafilia y de la Americanósfera con su poderoso lobby racista presentó al coronel Moamar Kadhafi, héroe de la nación árabe, como un “desquiciado”, se encargó de ocultar su testamento político del que hoy presento fragmentos, dado el yugo del silencio de la sociedad democrática de la dictadura globalitaria.

Mas resulta que ha llegado por vías misteriosas de un veterano camarada de Avanguardia Nazionale, el samizdat, Apuntes apasionados, cuya autora es Claretta Pettacci, la última compañera y musa del Duce, Benito Mussolini, quien estuvo incondicionalmente con él en sus horas postreras.

Dice Claretta: “De pronto, el Duce se alzó ante los partisanos como en sus mejores tiempos y estos no pudieron sostener su mirada; era la mirada de un César preparado a morir”.

El coronel Kadhafi, cuyo abuelo muriera resistiendo la invasión colonial italiana, afirma: “Fueron ellos —los mercenarios— quienes dijeron a los estadunidenses y otros extranjeros que necesitaban ‘democracia’ y ‘libertad’, sin reconocer que es un sistema salvaje, donde el pez grande se come al chico”.

Más allá de las similitudes que pueda tener la visión circular de la historia, el eterno retorno, conviene destacar que tanto Mussolini como Kadhafi se levantaron ante sus captores y que ambos fueron víctimas de ultrajes de la chusma; mas si habían caído, cada uno, en la declinación, la muerte los irguió, los puso de pie; ambos afrontaron con determinación la dramática caída de todo lo que habían construido y la muerte de sus sueños; pero la sangre alimenta a los sueños como la ilusión a los hombres.

Testamentos

Kadhafi se refiere a la obra social de la Jamahiriya libia y su apoyo a la Unión Africana; reivindica como su modelo “al único verdadero líder árabe y musulmán que hemos tenido, Gamal Abdel Nasser”; recuerda cuando el “vaquero Reagan” mató a su hija adoptiva huérfana, cuando fue bombardeado Trípoli con el propósito de asesinarlo; y un punto muy significativo: su testamento empieza con la forma sacramental de El sagrado Corán: “En el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso…”

Claretta dice: “Esos partisanos que habían vivido del fascismo ahora estaban dispuestos a matar a su creador (…); ellos mismos sentían vergüenza de su maldad (…); no tenían honor, ocultaban la cara (…); ellos sabían que Mussolini había rehecho a Italia (…), que él sí era un verdadero socialista patriota y revolucionario”.

Los pueblos que aclaman a los líderes son tan imprecisos en su voluntad como en su adhesión. En las dos décadas fascistas las familias pequeñoburguesas engrosaron los batallones negros cuando se traicionó a Mussolini; esos mismos fascistas de ocasión destruyeron los cuadros del Duce que colgaban en sus salas. El pueblo libio fue prácticamente arrasado por los bombardeos de la OTAN; posiblemente Kadhafi hubiera resistido y vencido, mas ya se habían lanzado los dados de hierro del destino.

El coronel Kadhafi escribió su testamento en Sierte, su ciudad natal y centro de la resistencia verde, tres días antes de su sacrificio. Y expresa: “No hay alternativa para mí, tengo que sostener mi posición y si Dios quiere moriré siguiendo Su camino”.

Claretta Petacci afirma: “Y el Duce me dijo al oído: ‘Moriremos con honor y Dios nos juzgará”.

La historia y los senderos que se bifurcan.

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