ARTISTAS DESCONOCIDOS

“A los muertos no les importa ser recordados”.

Juan Carlos del Valle
Columnas
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Para entusiastas y especialistas resulta un deleite poder descubrir tantas obras extraordinarias de artistas desconocidos gracias al acceso sin precedentes que han abierto las redes sociales. Muchos de ellos no están colgados en los grandes museos ni forman parte del discurso canónico y su obra permanecía oculta —hasta ahora— en los muros de alguna colección privada o en publicaciones ya fuera de circulación.

Algunos de estos artistas quizá gozaron de cierto reconocimiento en vida para después caer en el olvido, mientras que otros ni siquiera eso. A lo largo de la historia se ha dado el caso de algunos que, años después de su muerte, son descubiertos y rescatados de la sepultura del tiempo como consecuencia de intereses sociopolíticos, por curiosidad académica genuina o bien por un golpe de suerte.

A partir del encuentro constante con la obra de tantos estupendos artistas desconocidos cabe una vez más la reflexión acerca de los mecanismos que hacen que algunos artistas trasciendan la prueba del tiempo y que otros, de calidad equiparable o incluso superior, sean relegados a la indiferencia de la historia.

Pienso en ciertos artistas de nuestra era, algunos ya fallecidos, que se han entregado auténtica y totalmente a su trabajo y han dejado una producción artística significativa, congruente y brillante, pero por no querer o no poder integrarse al discurso oficial no son conocidos ni valorados.

Fama

Y aunque a menudo esos olvidos puedan resultar lamentables o quizás injustos, en parte por la pérdida que representan para el público y las generaciones por venir, la realidad es que a los muertos no les importa ser recordados. Muchos artistas vivos, en cambio, están obsesionados con la fama puesto que la sociedad y el mercado han depositado un enorme valor en ella. Así, la búsqueda incansable de la popularidad es un trabajo en sí mismo que falsea o anula cualquier proceso artístico genuino. El arte se supedita a las exigencias de la fama y los artistas trabajan más para ser conocidos que para hacer aquello para lo que fueron llamados a esta vida.

Lo anterior responde en parte a la necesidad humana básica de ser visto, escuchado y valorado. Y también es consecuencia de un sistema que condiciona el sustento de los artistas a su capacidad de darse a conocer. Si antes los logros y las virtudes de una persona eran más importantes que ser famoso, hoy la fama no es una consecuencia natural de aquello, sino que es una aspiración en sí misma. Por eso se ha popularizado y hasta profesionalizado la figura del influencer. La noción capitalista del progreso hizo de la fama un elemento inseparable del éxito de los artistas, un atributo que merece ser aclamado y remunerado. Por tal motivo, el discurso oficial actual exalta un determinado tipo de arte, sosteniéndose en criterios que restan importancia a la calidad de las obras en favor de su facultad de corresponder al sistema de (anti)valores imperante.

No sé si sea posible reconocer una obra maestra en su propio tiempo. Es la distancia temporal y espacial la que permite ver en su justo tamaño los hitos de la historia del arte, la mayoría de los cuales han estado determinados por parámetros eurocentristas y han respondido a intereses y cánones específicos. Sin embargo, los paradigmas mutan y con ellos los artistas que son elevados o relegados, en una lógica similar a la de los héroes patrios que algunos gobiernos deciden celebrar y otros ignorar o denostar. Vale la pena cuestionar aquella trillada expresión de que el tiempo hace justicia y pone a los verdaderos artistas en su lugar o si más bien tiende a sepultar a la mayoría de ellos.

Para recordar a un artista hay que conocerlo y es imposible conocerlos a todos. Hay muchos artistas que merecen ser recordados y más aún, que merecemos recordar. Sin embargo, es larga la lista de quienes han sido excluidos del canon por razones que no tienen que ver con el valor o la relevancia de su obra. De tal suerte, la mayoría de los artistas son desconocidos para casi todas las personas. Y a pesar de esto, encuentro que más importante que ser conocido y recordado —para los artistas y para cualquier persona— es aprender a conocerse a uno mismo y encontrar plenitud y crecimiento en el trabajo propio y en el proceso personal que lo acompaña, mismo que se desvirtúa cuando solo se piensa en la fama por la fama misma.