LOS NFT Y PAN CON LO MISMO

Somos esclavos del algoritmo, estamos atrapados por la pantalla y nos hemos mimetizado con ella.

Juan Carlos del Valle
Columnas
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Están causando curiosidad y desconcierto los titulares recientes de la prensa:en la enorme casa subastadora Christie’s se vendió por primera vez hace unos días, en una subasta en línea, una pieza de criptoarte que arrancó en 100 dólares y alcanzó la insólita suma de 69 millones tras una acalorada puja que duró diez días, en la que participaron 33 postores de diferentes partes del mundo.

Si hasta hace apenas unos meses lo más novedoso en el medio del arte eran las salas de exposición en línea, hoy lo es la comercialización del arte digital encriptado, o criptoarte, gracias a los NFT, llamados así por su acrónimo en inglés: “non-fungible tokens”.

Los NFT que están inundando el mercado y llamando la atención de especuladores, especialistas y aficionados son archivos digitales (arte, música, películas, memorabilia deportiva, etcétera) encriptados y autentificados con tecnología blockchain; y al igual que sucede con las criptomonedas, pueden hacerse ediciones limitadas comprobables con una firma digital única, lo cual permite que el arte digital sea coleccionable a pesar de su virtualidad.

Un fenómeno interesante ha sido la conformación de un grupo de artistas digitales —la mayoría de los cuales provienen del mundo de la publicidad y el diseño digital— que vieron en los NFT y las criptomonedas la posibilidad de plantear un sistema alternativo al medio predominante del arte que genera valor a partir de un entramado elitista de galerías, curadores, instituciones culturales y críticos. De acuerdo con los ideales que comunica este movimiento la meta del nuevo sistema no es hacer dinero, sino democratizar y descentralizar el arte, prescindir de los intermediarios y dar más poder a los artistas.

Paradoja

El primer cuestionamiento que ha surgido ante estos principios es si los NFT pueden ser considerados arte y si es válida su comercialización como tal, desatando debates filosóficos sobre la naturaleza del arte y quién la determina. Este tipo de discusiones no son nuevas y las ha habido de forma consistente a lo largo de la historia, más recientemente con el surgimiento del arte conceptual o el street art.

Por otro lado, la venta multimillonaria en Christie’s del primer NFT, el súbito interés que ha despertado el tema en artistas-empresarios como Damien Hirst y el surgimiento de plataformas de venta de criptoarte altamente curadas e inaccesibles para la mayoría de los artistas y cuya labor se parece mucho a la de las galerías tradicionales, hacen evidente la paradoja de que las jerarquías elitistas que se pretendían erradicar son inevitables y que intermediarios y grandes instituciones están rápidamente tomando el control del criptomercado. Y es que toda célula ya desde el momento de su origen está programada para morir. La realidad es que el criptoarte se parece en este momento a un establecimiento popular que acaba de abrir sus puertas y al que todos quieren entrar al mismo tiempo. Y también aquí, la fuerza que parece estar moviéndolo todo no es el arte sino el dinero.

En Frankenstein parte del horror proviene de la noción de que el hombre puede ser dominado por su propio invento. La ciencia ficción ha planteado que es cuestión de tiempo para que la Inteligencia Artificial tome conciencia de sí misma y nos desplace del todo. En la actualidad estamos siendo testigos de ese temible triunfo de la máquina. La relación entre el arte y la tecnología ha existido desde el comienzo, sin embargo el problema es el servilismo de nuestra humanidad ante esa Inteligencia Artificial; somos esclavos del algoritmo, estamos atrapados por la pantalla y nos hemos mimetizado con ella. La máquina nos acompaña ya en todas las dinámicas de nuestra vida, absorbe cada vez más nuestra atención y nuestro tiempo y nos sume en un abismo de simulación: noticias falsas, seguidores falsos, activismo falso, rostros y cuerpos falsos, arte falso, vidas falsas. Si al principio de la pandemia se anunciaba la posibilidad de un genuino cambio de esquemas, a este punto todo parece augurar pan con lo mismo.