NO, NO Y NO: EL RECHAZO EN EL MUNDO DEL ARTE

Un mero recurso evasivo destinado a enterrar al artista en un embrollo burocrático sin salida.

Juan Carlos del Valle
Columnas
valle.jpg

El rechazo es parte inevitable de la vida. La experiencia humana pasa por el desencanto del amor no correspondido y el abatimiento por aquel trabajo ansiado que le dieron a otra persona. Y esa sensación que produce el rechazo es en realidad miedo de no ser suficientemente bueno ante los ojos de los otros: es la consecuencia de poner el valor propio en manos de la opinión ajena.

Los artistas necesitan exponer su trabajo y exponerse a sí mismos porque de esa visibilidad depende su sustento. La obra de arte es una extensión del ser humano que la produce y rechazar la obra pareciera equivalente a rechazar a la persona. Esa es justo la trampa del ego: hacer del rechazo algo personal.

Siendo pintor en una era en la cual la pintura ha sido ignorada en buena medida por el sistema dominante, uno de los rechazos más frecuentes y contundentes ha tenido que ver precisamente con la esencia misma de lo que elegí hacer: “Aquí no exhibimos pintura”, me han dicho numerosas veces. Son muchos los directores de museos y curadores que se han dado a la tarea de explicarme condescendientemente que la pintura es un arte del pasado y que no tiene cabida en un museo del presente.

En muchas ocasiones las instituciones descartan sin siquiera haber visto o entendido aquello que están descartando. Algunos de los pretextos más frecuentes son: “Tenemos la agenda llena hasta 2035”, “El curador está ocupado / no ha venido a trabajar” o “El comité de selección está revisando la propuesta”. Muchas veces dicho comité de selección consiste en una sola persona deliberando consigo misma; y otras el comité simplemente no existe y es un mero recurso evasivo destinado a enterrar al artista en un embrollo burocrático sin salida que apuesta a que se dé por vencido, de manera similar a lo que sucede cuando uno llama a la línea telefónica de un banco solo para ser remitido de una operadora a otra, de un menú automatizado a otro, y así ad infinitum, hasta que la determinación desaparece.

Aprendizaje

También puede haber rechazo cuando no se ha solicitado nada en primer lugar. Me ha ocurrido varias veces que, sin consultarme, un promotor o intermediario somete mi trabajo a la evaluación de algún tercero. Y siempre es asombroso recibir reprimendas y opiniones desaprobadoras de manera gratuita e inesperada. En esos casos el sentimiento de rechazo suele ser mutuo. En una ocasión se acercó a mí la directora de un espacio de exposición. Después de conversar con ella durante un rato me pidió que le enviara una propuesta de proyecto para el espacio que dirige. Tras seguir sus instrucciones le hice una llamada de seguimiento cortés algunos días después, solo para escuchar con gran desconcierto que ella, especialista en artes visuales, no sabía si había recibido mi propuesta puesto que no veía bien.

Está también el rechazo disfrazado: aquel que es un sí pero no. Y este quizás es uno de los más confusos y característicos de nuestra cultura mexicana: “Sí, claro, nos vemos en tu exposición”, “Quiero comprarte este cuadro, llámame mañana”, “Me encantaría conocer tu estudio, invítame”, seguido de evasivas, negativas o plantones. Y finalmente, uno de los rechazos más comunes y agresivos de todos es al que hoy llaman adecuadamente ghosting: el correo sin respuesta, la conversación sin interlocutor, el mensaje ignorado.

A lo largo de 25 años de carrera como pintor he descubierto que la mayoría de los rechazos están condicionados por dinámicas, contextos o intereses que van más allá del artista rechazado y que son tan caprichosos, infundados y fortuitos como la mayoría de los halagos: tanto unos como otros tienen más que ver, frecuentemente, con la persona que los pronuncia —sus complejos, carencias, juicios y prejuicios— que con quien los recibe. Y aunque parezca un lugar común es cierto que el rechazo constituye una oportunidad extraordinaria de aprendizaje y, si no se toma demasiado en serio, puede ser determinante para el crecimiento y la afirmación del camino de un artista.