REGALAR ARTE

El mejor regalo es el que alimenta el alma.

Juan Carlos del Valle
Columnas
Yo, santoclós. Óleo sobre lienzo, 80x60 cm
Juan Carlos del Valle

En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos de nuevo en la época del año en la que compulsivamente participamos en el confuso ritual colectivo que es dar y recibir regalos. Los departamentos de ventas y mercadotecnia de los diferentes comercios se frotan las manos en anticipación de su periodo más lucrativo. Ropa, electrónicos y tarjetas de felicitación son algunos de los regalos más populares. Apresurados, abarrotamos almacenes y tiendas —algunos estresados, otros entusiasmados— con el objetivo de comprar, comprar y comprar. Cuánto tiempo, dinero y esfuerzo invertido en encontrar regalos, para que la mayoría sean devueltos a su lugar de origen, terminen olvidados en el fondo de un cajón, sean destinados al perpetuo roperazo o vayan directamente a la basura.

Hoy es de sobra sabido que las multimillonarias industrias de la moda y la tecnología son dos de las principales fuentes de contaminación ambiental del mundo por la cantidad de desechos que generan y que sus procesos de fabricación y distribución, así como los patrones de consumo obsesivo y adictivo que han implantado, generan un enorme daño físico, sicológico y social.

En contraposición, una obra de arte es un regalo permanente porque deja una huella indeleble en la persona mucho tiempo después de haber sido recibido. Más allá de ser un simple objeto, es una experiencia perdurable y expansiva, afectiva y compartida. Una obra de arte conmueve el espíritu, estimula el intelecto y la sensibilidad, inspira la imaginación, genera reflexión y alienta el pensamiento crítico; es compañía, fuente de emociones y de conocimiento. En sentido inverso a la inmediatez del consumismo frenético, a la práctica tóxica del “usar y tirar” tan propia de nuestro tiempo, una obra de arte puede conservarse en un hogar por años, incluso por generaciones. Y lejos de depreciarse o de envejecer, su valor emocional, intelectual y económico aumenta con el tiempo.

Beneficios

Existen muchos prejuicios en torno de lo costoso o inaccesible que es adquirir una obra de arte. Lo cierto es que se puede regalar una memorable grabación musical, entradas para una buena exposición en un museo o boletos para disfrutar de una obra de teatro u otra presentación artística, una novela extraordinaria o una joya del cine mundial por menos de 100 pesos. Una fotografía, una obra gráfica, una pintura o un dibujo pueden ser también opciones asequibles.

Partiendo de la certeza de que el arte es condición esencial para el desarrollo del ser humano y de la sociedad, regalar una obra de arte —sea literaria, pictórica, gráfica, musical, cinematográfica o escultórica— es una manera real, práctica e inmediata de apoyar la creación, generarle valor, insertarla en la vida cotidiana y hacer posibles los muchos efectos transformadores que se desencadenan como resultado de estar en contacto con ella. Regalar arte —de cualquier precio— es una de las iniciativas individuales más efectivas y genuinas de promoción artística puesto que activa un círculo virtuoso creativo donde todos los involucrados se benefician.

En tiempos de materialismo extremo y glotonería el mejor regalo es el que alimenta el alma; en tiempos de consumo frívolo e insaciable el mejor regalo es el que abre espacio para la introspección; en tiempos de nihilismo y carencia de sentido el mejor regalo es algo con significado y trascendencia; en tiempos de individualismo y soledad el mejor regalo es una experiencia compartida; en tiempos de desinformación e inundación de noticias falsas el mejor regalo es conocimiento; en tiempos donde todo parece efímero y desechable el mejor regalo es lo permanente. ¿Por qué no regalar una obra de arte?