Arrancó 2015 con una baja de 55% del precio de la mezcla mexicana del petróleo con respecto a junio del año pasado. 55% en seis meses. De acuerdo a cifras del INEGI, los ingresos del país provenientes de la venta de hidrocarburos cayeron 43% en 2014.
Esa disminución fue producto no solo de la baja internacional del precio de los barriles de crudo, especialmente de la mezcla mexicana. La disminución también se derivó de la reducción sostenida en la producción mexicana de petróleo, ya que si bien la meta del año pasado era de dos millones y medio de barriles diarios de petróleo, la producción no rebasó en promedio los dos millones 350 mil barriles, 150 mil barriles menos de las estimaciones de Pemex.
El tema es tan importante que hay que abordarlo con mesura y sin catastrofismos.
La reforma energética entró en vigor el pasado 11 de agosto. Casi de inmediato se realizó la llamada Ronda Cero en la que Petróleos Mexicanos tenía el derecho de ser el primero al que se le asignaran bloques de exploración y producción, sin demérito de que pudiera participar en las siguientes rondas, como es el caso de la Ronda Uno, que ya se encuentra en marcha y cuyos resultados se darán a conocer en julio de este año.
Se ha hablado mucho de cómo puede afectar el actual precio de los hidrocarburos al desarrollo previsto por la reforma energética y la creación de una auténtica industria energética en México que deje atrás la etapa de monopolios.
Proyecto
Todos sabemos que la cartera de proyectos de inversión de las empresas petroleras en el mundo es de larga maduración. De manera que el precio del barril de petróleo el día de ayer no influye decisivamente en un proyecto que entrará en operación en un plazo de seis a ocho años. Además, no existe evidencia estadística que demuestre una relación lineal entre el precio del barril y el gasto del capital de las empresas.
Desde luego que no se puede minimizar el costo operacional que implica una baja tan pronunciada, pero tampoco se puede ignorar que no es una caída en el largo plazo. Al contrario, en un sentido es una buena noticia para la economía mundial y en especial para la de Estados Unidos y su efecto en nuestra propia economía.
De hecho, por esa razón es que la OCDE estima para México durante este año una tasa de crecimiento económico de 3 a 3.5%, más del doble que la de los países latinoamericanos y del Caribe en su conjunto.
Por la misma razón, ante la relativa desaceleración de economías asiáticas y un incremento de costos de producción en esos países, en especial China, México se vuelve un destino todavía más atractivo para inversiones europeas de industria y servicios, dada la situación geográfica privilegiada y el muy significativo número de tratados de libre comercio que México ha celebrado en los últimos 20 años.
Seguramente habrá un desfasamiento entre la creciente reactivación de la economía de los Estados Unidos, pero estaremos viendo resultados positivos de ello a mediados de este año. Hay que decir, además, que a pesar de la baja del precio del petróleo y consecuentemente de la disminución de ingresos fiscales, el gobierno mantendrá su compromiso de no elevar impuestos y continuará con la disciplina macroeconómica.
La observancia de esa disciplina debe ser el no recurrir al endeudamiento y recortar cuando sea necesario el gasto corriente del gobierno, el cual creció desmesuradamente en la época de los gobiernos anteriores, en sueldos y en plazas. El gobierno de Enrique Peña no puede ni debe cometer el mismo error.