Cuando habían pasado casi siete días de los lamentables sucesos, el pasado día miércoles 6 Pemex reanudó, con tropiezos, sus actividades en las instalaciones de las oficinas centrales del Distrito Federal.
Pareciera que se ha cerrado el espacio a la especulación, aun cuando subsisten interrogantes que supuestamente habrán de ser despejadas en los próximos días.
Si fue una explosión de gas, todavía no se sabe qué tipo de gas. Aún no se ha especificado a qué se debió una tan elevada concentración de ese gas en el basamento del edificio B-2. Tampoco se conoce el origen de la chispa que fue detonante, o la fuente de calor, ni por cuánto tiempo ese gas venía concentrándose en el sitio de los hechos.
Si bien las autoridades mostraron un nivel de coordinación pocas veces visto frente a un desastre de esta índole, no hubo eficiencia suficiente, dada la tardanza con la que se fueron ofreciendo los resultados de la investigación.
En un evento en el que se produce una detonación de esa magnitud, no es sencillo saber en poco tiempo la causa que lo produjo.
Lo que sí se puede saber relativamente pronto es que los especialistas descarten de qué no se trató. En este tema hubo cierta lentitud para rechazar categóricamente la posibilidad de algunas opciones y se mantuvieran todas las hipótesis abiertas. Casi cuatro días, por consecuencia, se dio vuelo a la imaginación y a la especulación.
En el manejo de la crisis hubiera sido deseable un solo vocero. No fue así. El día del incidente, además del presidente de la República, habló el secretario de Gobernación; el viernes lo hizo el procurador general de la República; el fin de semana, el director general de Pemex; el lunes, nuevamente, el procurador aportó una hipótesis casi concluyente; el martes, el secretario del Trabajo señaló que en dos años no se había dado mantenimiento al edificio... Una secuencia como la descrita no abona a la credibilidad de las versiones oficiales, sea el asunto que sea.
Estrategia
El episodio, ante las críticas que se han hecho al desempeño gubernamental, no debe ser motivo de enojo por parte de la autoridad, sino fuente de aprendizaje para el manejo de las crisis que inevitablemente sobrevendrán en los casi seis años que tiene por delante esta administración.
Lo fundamental es que se produjo un incidente de efectos mortales en una instalación gubernamental, estratégica para la seguridad nacional.
La circunstancia es ineludible: es fundamental que las autoridades responsables de la seguridad de instalaciones estratégicas acaben de asumir a plenitud sus cargos y que en coordinación con Petróleos Mexicanos, Comisión Federal de Electricidad, empresas telefónicas, televisoras, corporativos donde se produzcan concentraciones importantes de personas, establezcan un plan de coordinación para que cada quien asuma las responsabilidades que les corresponden en el mantenimiento de instalaciones, el impedimento de accidentes, que siempre tienen un causante, y hasta la prevención de un ataque si fuese el caso.
Fue un evento traumático para la opinión pública y no ayudó a lo que en términos generales había sido una buena imagen de inicio de gobierno.