¿Fragmentación o renovación?

El 20 de noviembre, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) concluyó su segunda etapa cuando Andrés Manuel López Obrador decidió avanzar hacia la formalización de Morena mediante la creación de consejos estatales, que a la vez habrían de elegir a su dirigencia nacional en la asamblea que se realizó el martes pasado.

Consejo de Morena. (Foto: Tomada de Internet)
Tomada de Internet
Juan Gabriel Valencia
Columnas
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Juan Gabriel Valencia

valencia.juangabriel@gmail.com

El 20 de noviembre, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) concluyó su segunda etapa: la primera empezó prácticamente al inicio del sexenio y concluyó con la derrota de la coalición de izquierdas el pasado 1 de julio; la segunda se dio a partir de esta fecha, cuando Andrés Manuel López Obrador decidió avanzar hacia la formalización de Morena mediante la creación de consejos estatales, que a la vez habrían de elegir a su dirigencia nacional en la asamblea que se realizó el martes pasado.

Ahí fue electo como presidente de Morena Martí Batres, quien hace apenas unos días renunció a su afiliación al Partido de la Revolución Democrática.

Al margen del muy variado activismo a través de la biografía de Batres, el hoy presidente de Morena, en los cargos que ha ocupado y las actividades en las que se ha visto implicado ha puesto, en todos, un sello evidentemente defeño. Eso no es una ventaja para el liderazgo de una organización que pretende convertirse en un partido político de carácter nacional.

Asimismo, el estilo personal de Batres es clientelar y golpeador. Eso puede causar entusiasmo entre quienes a lo largo de los años lo han seguido, pero no atrae a nuevos electores.

Al ingrediente anterior se agregan los problemas e interrogantes que generó desde un principio la idea de Morena: ¿será López Obrador capaz de captar nuevos votantes sin canibalizar a las otras fuerzas de izquierda? Parece improbable. Da la impresión de que el PRD, ahora sí, pretende en serio una modernización de su organización interna, que acote el peso tradicional de sus tribus y le otorgue mayor institucionalidad.

Además, la concentración geográfica del votante de las izquierdas, sobre todo en el Valle de México, no hace pensar que el nuevo jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, se vaya a echar en brazos de un candidato perdedor, dado que a final de cuentas Batres sólo es el instrumento de López Obrador, el verdadero caudillo.

Desventajas

Morena buscará su registro el próximo año como partido, con miras a participar en la elección federal intermedia de 2015. En ese año, los votantes que ahora estuvieron con el PRD y en menor medida con el PT y el Movimiento Ciudadano, se verán ante ya no tres, sino cuatro opciones.

Suponiendo, en el mejor de los casos, que PT y Movimiento Ciudadano se sumen a Morena, por un lado, y el PRD vaya solo en 2015, no importa que sean dos o cuatro: serán los mismos votantes de 2012 y a ninguno les alcanza para construir una posición de fuerza y mucho menos ser la segunda fuerza en el Poder Legislativo que ahora tienen.

Es una oportunidad de regreso del PAN como segunda fuerza electoral. Y para el PRI, de consolidar su primera mayoría hasta ser la absoluta en el Congreso.

No es previsible que Morena logre atraer liderazgos rentables en lo electoral del PAN. La distancia programática es mucha. A pesar de la descomposición interna por la que atraviesan los panistas y que se resolverá con la nueva dirigencia el próximo año, lo más seguro es que se arreglen entre ellos y mantengan la cohesión.

También Morena enfrentará dificultades para atraer votantes del PRI, quienes aun cuando estén tan distantes como los panistas tendrán en el primer tramo del sexenio un presidente muy fuerte, de su propio partido.

No queda claro cuál es el objetivo de Morena, además de un discurso moralista y simplón. El hecho de poner como presidente formal de la organización a un funcionario despedido por Marcelo Ebrard ahonda las diferencias dentro de las izquierdas.

Martí Batres no tiene la capacidad mediática ni la experiencia de alguno de los aspirantes perdedores, como Ricardo Monreal; no tiene el liderazgo popular de otros personajes que también perdieron en la contienda interna, como Octavio Romero y Clara Brugada. Puede haber ganancia para el caudillo, pero no está claro que la haya desde un punto de vista organizacional a largo plazo.

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