Hacia 2015

Juan Gabriel Valencia hace un recuento de las principales iniciativas aprobadas en el Congreso en 2015

Reformas aprobadas
Foto: PAN Senado
Juan Gabriel Valencia
Columnas
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No es tiempo, ni remotamente, de juicios concluyentes: 2014 ha sido un año de logros y fracasos de México ante el mundo, todos ellos de extraordinaria complejidad y larga historia. Ejemplos sobran.

Se aprobó en 2014 uno de los modelos de industria energética más articulados y precisos del mundo. ¿Se consiguen con ello los objetivos más concretos del modelo? No necesariamente. La eficacia de la reforma energética depende enormemente de capacidades técnicas y de recursos humanos, más allá de alegatos fantasmales sobre probidad en el ejercicio de la función pública e intereses aviesos de inversionistas potenciales interesados en la riqueza de México y de sus empresas, escenario que debe ir junto, uno con otro.

En el arranque y la puesta en práctica de la reforma energética del país surgen múltiples interrogantes sobre la propia experiencia de los órganos regulatorios responsables de la administración de la reforma. No hay mucho margen de error, menos cuando a nivel mundial la industria pasa por un ciclo a la baja. La adversidad llama a la perfección y la reclama.

En 2015, y de manera muy probable en 2016, la turbulencia de precios en el mercado petrolero persistirá. La explicación es sencilla, pero no simple: el mundo occidental y los países árabes mantendrán sus niveles de producción como una forma de ataque a las finanzas rusas a fin de impedir su expansionismo y un problema geopolítico mayor a escala mundial. Hay muchos perdedores. Los productores del sur de Texas, México, Noruega, Inglaterra, Holanda, Francia...

Hay que pagar el precio para evitar una conflagración mundial. Pero es pasajero. La reforma energética de México lo convertirá en dos o tres décadas en la quinta o sexta economía del mundo. Fue la decisión histórica correcta, que no corrige las realidades de las generaciones mayores actuales y tampoco modifica el escepticismo inmediatista de los más jóvenes. El rumbo de la economía mexicana en el siglo XXI está dado con acierto y resultados de seguro exitosos. Un fundamento para años y lustros. No mañana.

Retos

En lo inmediato, urgente, están la inseguridad y la desigualdad. Dos grandes temas del discurso público. Habría que agregar otro: el cambio a la educación desde dentro. Una modificación a la currícula y una reconversión del magisterio al aprendizaje de la misma y a su debida enseñanza. Sin eso no hay futuro.

La materia de inseguridad pasa por una revisión integral, desde sus fundamentos, de lo que se plantea como solución. Los vasos comunicantes entre militarización y policialización han probado su insuficiencia. México requiere un modelo de seguridad con base en policías civiles ajenos, por igual, a prácticas militares y policiales tradicionales. Es muy difícil y no es para el día siguiente. Si no se ciudadaniza la seguridad pública, no hay forma de contrarrestar este problema.

La desigualdad es un cálculo político racional y moralmente inaceptable. Es hora de reorganizar todo el sector social de la acción gubernamental, incluyendo instrumentos financieros, laborales, productivos, educacionales, tarifarios, geográficos y territoriales. Todo lo demás es asistencial y no sirve para nada. Se requiere imaginación intelectual y atrevimiento para borrar, de una vez y para siempre, privilegios burocráticos y clientelares, públicos y privados.

Ese es el desafío de 2015 para un país que terminó 2014 en la ambigüedad y el desconcierto.

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