Las marchas y lo que sigue

En los próximos días veremos si la protesta por la reforma educativa era eso o había algo más.

Juan Gabriel Valencia
Columnas
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En los próximos días veremos si la protesta por la reforma educativa era eso o había algo más.
Foto: NTX

Por segunda vez, el movimiento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación bloqueó el acceso al Aeropuerto de la Ciudad de México. Antes lo habían hecho en viernes. Ahora fue un jueves. Previamente realizaron iguales movimientos en los aeropuertos de la ciudad de Oaxaca y de Los Cabos, en Baja California Sur.

El segundo bloqueo del Aeropuerto de la Ciudad de México se da en el marco de que las tres leyes secundarias en materia educativa, derivadas de las reformas al 3 y 73 constitucionales, ya fueron aprobadas y en cualquier momento serán promulgadas por el Ejecutivo federal y entrarán en vigor.

Además, la CNTE se suma a la manifestación convocada por Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo, en rechazo a la reforma energética.

Los maestros de la CNTE, durante más de 20 años, han sido beneficiarios de privilegios extraordinarios otorgados por los gobiernos estatales a costa de las aportaciones federales y, por tanto, de los contribuyentes de todo el país. El portafolio de sus preocupaciones y de sus ambiciones trasciende y está al margen del problema educativo propiamente dicho. Es un problema de control político y de canonjías económicas. La prueba fue la toma de la ciudad de Oaxaca en 2006.

Ahora se plantan en la Ciudad de México con el pretexto de las reformas educativas y el argumento de que la verdadera intención del gobierno es privatizar la educación.

Ningún sustento

Se equivocan por ignorancia o mienten de mala fe. Los maestros de la CNTE son quienes desde hace 20 años han privatizado la educación al convertir sus propias plazas en objeto de herencia o de venta; o peor aún, de la permanencia en la plaza docente al margen de cualquier evaluación y todo mérito.

Lo que está haciendo el Estado mexicano es recuperar el carácter público de la educación para impartirla con calidad y sujeta a evaluación.

Es el principio del rescate de 35 millones de niños y jóvenes para un futuro cierto. Ya veremos en los próximos días qué tanto les preocupa a estos maestros el tema educativo, cuando López Obrador aparezca en el Zócalo solidarizándose con ellos y ponga en marcha su saga, valga la redundancia, de violencia pacífica en contra de la apertura del sector energético en México.

Además del supuesto intento de privatización de la educación pública, los maestros disidentes exigen una evaluación “contextualizada”. Contextualizar la evaluación es para ellos sinónimo de diferenciación de parámetros e indicadores de evaluación por estados, de tal manera que a nivel nacional la evaluación sea diferenciada a favor de los estados más atrasados en materia educativa.

Al respecto solo cabe decir que si Benito Juárez hubiera recibido ese tipo de educación “contextualizada”, se habría muerto sembrando una milpa y arreando ovejas en Guelatao y no en Palacio Nacional como presidente de México.

La movilización magisterial no tiene ningún sustento. No lo tuvo desde un principio y menos ahora. La reforma educativa es capítulo cerrado. Estos días son apenas ensayo de lo que se viene en las próximas semanas. Lo menos que podemos exigir aquellos que nos hemos visto afectados en nuestra vida diaria es que el esfuerzo valga la pena y que a la hora de tomar decisiones históricas en materia de reformas estructurales, al gobierno y al Congreso no les tiemble la mano.