No hay duda de que siete meses de Pacto por México han rendido provechosos dividendos. No solamente al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien lo promovió: sirvió para dar un rostro de civilidad a las dirigencias nacionales de los partidos perdedores en la contienda presidencial de 2012.
Afianzó temporalmente a los presidentes nacionales del PAN y del PRD. En el caso de la dirigencia panista, un presidente que se fue distanciando gradualmente del calderonismo desde el periodo de transición, más por razones de conveniencia personal que de diferencias sustantivas con el pasado, lo que motivó de manera natural un clima interno de desconfianza y una percepción de deslealtades.
Una parte del PAN vio con sospecha la precipitación de Gustavo Madero para signar el Pacto. Desde afuera no parece un conflicto de ideas y proyectos, sino de personalidades y de lucha por el poder en el partido; el poder a secas.
En torno de las reformas de fondo, las que ya se han procesado y las que están por venir, el presidente del PAN no ha tenido un solo pronunciamiento en un sentido u otro. Da la impresión de que simplemente no tiene una posición respecto de asuntos de fondo.
El anuncio del senador panista Ernesto Cordero, junto con el senador perredista Miguel Barbosa, del proyecto de una reforma política de gran calado, al margen de las decisiones del Pacto, fue el pretexto que encontró Madero para destituir a Cordero de la coordinación parlamentaria en el Senado, con una propuesta que técnica y políticamente lo había rebasado.
Pero hay que decir que lo que puso en crisis al Pacto no fue la propuesta de Cordero y Barbosa: lo que puso en crisis al Pacto fue la destitución de Cordero y la multiplicación de interlocutores enfrentados dentro del propio PAN.
Dilema
El caso de Jesús Zambrano al frente del PRD es más complejo, porque tiene más empaque político que Madero. Sin embargo, a diferencia del panista, cuyo partido ganó la gubernatura de Baja California, Zambrano tiene pocos logros electorales que presumir.
Además, después de la historia de desencuentros y de pleitos internos dentro del PRD su situación al frente de la dirigencia nacional es frágil. Y a eso agréguese la sombra del Movimiento de Regeneración Nacional y de Andrés Manuel López Obrador, quien sigue marcando la línea a los legisladores federales del PRD en los temas fundamentales que tendrían que discutirse y encauzarse en el Pacto por México, como son las reformas hacendaria y energética.
Los dos dirigentes nacionales tienen sucesión interna este año. Tal vez Zambrano pudiera prolongar su periodo hasta marzo, pero su debilidad lo hace improbable.
El dilema que enfrentan ambos personajes es avenirse con las propuestas del gobierno y exponerse a la crítica de sus correligionarios u oponerse a ultranza a las propuestas que emanen en el Consejo Rector del Pacto y conviertan a este, y a la ciudadanía en general, en rehén de su propia permanencia en el cargo.
Pero ese dilema no se los planteó el Pacto. Ellos se pusieron en ese dilema. ¿Cómo lo van a resolver? Sabrá Dios.