La crisis por la que atraviesa el PAN poco o nada tiene que ver con el hecho de que se hayan depositado 430 mil pesos a la cuenta bancaria de cada uno de los senadores panistas y que entre dimes y diretes nadie asuma la responsabilidad de ese depósito y mucho menos de su intencionalidad. El senador responsable del área administrativa de la bancada panista niega conocer de los hechos, en tanto el coordinador parlamentario del Senado panista dice no haber participado en esa decisión, imputa al responsable y afirma haberlo removido por lo acontecido.
Tampoco se explica la crisis del PAN por la remoción de Ernesto Cordero como coordinador de la bancada y su sustitución por el senador Jorge Luis Preciado, que según declaraciones de sus correligionarios no cuenta con el respaldo de sus presuntamente coordinados.
Por igual, no basta señalar la pugna entre los así llamados por la prensa calderonistas y quienes parecerían estar alineados con la presidencia nacional de Gustavo Madero y su contradictorio desempeño dentro del Pacto por México y su estilo personal de hacer campaña a favor del PAN en contra de manera injuriosa del PRI.
Esa situación así descrita solo refleja expresiones de un fenómeno mucho más de fondo, que pasa por una discusión racional y sensata, que no se ha sostenido dentro del PAN, respecto del fenómeno por definición multifactorial de su derrota hasta el tercer sitio en la elección presidencial de 2012.
Con justas razones o sin ellas, el electorado puso en la balanza a la hora de decidir el desempeño de doce años de presidencias panistas. No se puede ignorar que quizás en una decisión correcta —ya lo dirá la historia —, la estrategia contra el crimen organizado resultó mal calificada por los electores y un partido político nunca puede eludir la responsabilidad político-electoral por quien en ese momento gobierna siendo militante del partido.
Detrimento
Qué tanto haya pesado lo anterior en la decisión electoral es difícil determinarlo, pero en cualquier caso no fue unicausal. Contó también la candidata y su estilo personal; la mejor o peor campaña que su candidata y el partido en su conjunto realizaron. Por igual, no hicieron campaña en el vacío. Los otros candidatos y los otros partidos contaron con sus aciertos o con su menor número de equivocaciones.
Una discusión racional y sensata como la que se habría requerido a lo largo de ya casi un año, tendría que haber llevado en sus conclusiones a repensar para confirmar o en su caso revisar la naturaleza y la estructura misma del Partido Acción Nacional.
Las decisiones las tomaban dos figuras conceptuales: militantes y adherentes. Ahora, y casi a escondidas, esa responsabilidad recae ya únicamente en militantes; un momento de exclusión y cerrazón cuando cabría la búsqueda de una mayor apertura.
Se ha cuestionado mucho dentro del partido la agenda de acuerdos del presidente de su organización en el Pacto por México y mientras no definan cuál es el nuevo perfil del partido y sus reglas internas de juego, los escándalos y los conflictos seguirán en el PAN, en detrimento de sí mismo y de la capacidad del sistema político en la consecución de acuerdos y entendimientos.