Publicar en 15 de septiembre y escribir el artículo con anticipación tiene sus riesgos: es difícil saber lo que pueda pasar esta noche del Grito de Independencia y mañana lunes con el desfile militar al que ya convoca a la población la Secretaría de la Defensa en su recorrido tradicional.
Viendo periodos largos, en los 203 años transcurridos México —que así le llamaron—, no esa locura de Estados Unidos Mexicanos que introdujo la Constitución de 1824 y que como diría Fray Servando Teresa de Mier vino a separar lo que antes estaba unido, ha transcurrido por cuatro grandes periodos, todos de claroscuros, algunos más oscuros que claros.
El año 1810 marca el inicio no de una revolución de independencia, sino de una guerra civil seguida de 57 años de golpismo e inestabilidad política, acompañados de la consecuente pobreza, así como de tentativas fallidas y exitosas de intervencionismo desde el exterior. Un periodo de romanticismo en la zozobra.
Llega 1867 y Benito Juárez reasume la Presidencia de la República. La mejor generación de políticos profesionales que ha dado nuestra historia se hace cargo del gobierno y de la gobernabilidad. No sin tropiezos y en una etapa no exenta de intencionalidades nuevamente golpistas, la república restaurada abre paso a Porfirio Díaz y al porfiriato, para que la etapa nacional iniciada como ya se ha dicho en 1867 concluya con los Tratados de Ciudad Juárez en 1911 y comience otra nueva guerra civil que habría de concluir todavía hasta 1936, ya en pleno gobierno cardenista; 26 años de destrucción de vidas y de capitales. El principio de la movilidad social en México, siempre a costa de otros, la sociedad mexicana y su supervivencia bajo la regla de un juego de suma cero.
Una tercera etapa inicia en 1940 con la estabilidad institucional, la Segunda Guerra Mundial y luego la Guerra Fría, el arranque del “milagro mexicano” que habría de concluir en julio de 1981 con la caída del precio del petróleo, cuando no fue posible defender por más tiempo el tipo de cambio como perro.
¿Sustancia?
La etapa inaugurada en 1981 no ha concluido. Esta es una afirmación no como pronóstico sino como interrogante. Crisis recurrentes, estancamiento económico, una pobreza extrema que con todas las variantes asistencialistas crece como la propia autoridad lo reconoce.
Van 203 años de Independencia. ¿De quién? ¿De España? El Grito de Independencia se hizo lanzando vítores a Fernando Séptimo. ¿Independencia de qué? ¿De la pobreza? Según cifras oficiales hay 53 millones de pobres en base a criterios internacionales, prácticamente la mitad de la población. ¿Independencia de la impunidad? Estamos precedidos de un sexenio con más de 60 mil muertos. Un periodo mortífero, sin responsabilidades imputables. ¿Independencia de una cultura atávica y chovinista en plena globalización? Ahí anda López Obrador con sus consignas de que la patria no se vende, la patria se defiende, como si para los mexicanos fuese realidad que el petróleo es nuestro, aunque se encuentre inerte en el subsuelo. ¿Independientes de la excepcionalidad? La Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación ya dijo que la Constitución y sus leyes secundarias en Oaxaca no aplican. ¿Independientes para ejercer garantías individuales y libertades básicas? Véase simplemente la vida cotidiana en el caos de la Ciudad de México.
Han transcurrido 203 años y el país todavía no puede sustanciar la palabra Independencia.