EL DICTADOR NO TIENE QUIÉN LO CURE

Aprovechando la turbulencia los chinos van a la ofensiva.

Juan Pablo Delgado
Columnas
Foto: Especial
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Terminamos la columna anterior con ánimos elevados: ¡El coronavirus es un aliado para frenar las ambiciones globales de China!

¿Por qué es importante esto? Porque el ascenso del imperio chino representa la mayor amenaza a la democracia liberal en el mundo; y lo que ocurra en esta primera mitad del siglo XXI determinará si Beijing dominará la geopolítica global en el mediano plazo. Que nadie los engañe: estamos en una nueva Guerra Fría y la libertad de todos está en juego.

Hace un par de días acudí a una charla organizada por Kybernus en el Colmex sobre Libertad y liderazgo: desafíos en el siglo XXI. Ahí el exembajador de México ante la ONU, Enrique Berruga, resumió de manera impecable el embrollo: “La libertad cada día se ve más coartada y el mundo tendrá que elegir entre el modelo centralizado de China o el modelo caótico de las democracias”.

¿Y quién va ganando? Hasta hace poco el viento de la historia parecía soplar a favor de Beijing, en parte porque los defensores del liberalismo brillan por su ausencia: Europa sigue en espirales tras el Brexit y Estados Unidos sufre de delirio esquizofrénico.

Aprovechando la turbulencia los chinos van a la ofensiva: avanzan de manera vertiginosa en la implementación del Sistema de Crédito Social (espionaje masivo a través de Apps), en el uso de tecnología de reconocimiento facial y mantienen un archipiélago de gulags en la provincia de Xinjiang para encarcelar a millones de disidentes. A esto sumemos su inquebrantable crecimiento económico y su red global de aliados con la Nueva Ruta de la Seda.

Lo anterior son seductores cantos de sirena para los indecisos. ¿Qué tan malo puede ser un sistema autoritario si a los chinos les va de maravilla?

Detonante

Incluso autores como Yuval Noah Harari advertían que las dictaduras están mejor equipadas para navegar en el mundo moderno ya que con la Inteligencia Artificial pueden crear un autoritarismo digital inteligente, donde los gobiernos son cada día más eficientes para reprimir, controlar y castigar a sus ciudadanos.

¿Y entonces? ¿Se perdió la guerra?

¡Pues no! Entra de nuevo en escena el mentado coronavirus para sacudir su poca fe en el liberalismo y disipar los espejismos de las dictaduras “¿Cómo el coronavirus?”, preguntarán sorprendidos. Pues sí: el coronavirus es hoy el detonante de la mayor crisis que afecta a la maquinaria totalitaria de Xi Jinping.

Richard Hass (presidente del Council on Foreign Relations) nos ilumina diciendo que la legitimidad política en China se basa en gran medida en su desempeño económico; y los ciudadanos han aceptado restricciones a sus libertades a cambio de un mejor nivel de vida. En este tema el coronavirus ya causa estragos, “lo que significa que una situación menos que ideal empeora rápidamente”, dice Hass.

Sumado a esto su sistema centralizado evitó que las autoridades pudieran detener al virus cuando primero se detectó a finales de 2019. Esto debido a la parálisis gubernamental que ha surgido como consecuencia de la consolidación masiva de poder en torno de Xi, lo que deja a los funcionarios provinciales incapaces —o temerosos— de actuar sin la bendición del jefe central.

Así que mientras una dictadura facilita la acumulación de información también “es característica distintiva de los sistemas autoritarios la dificultad de admitir errores y autocorregirse”, indica Hass.

Todavía falta mucho para saber quién ganará la Guerra Fría del siglo XXI. Pero algo ha quedado claro: un sistema centralizado parecerá bueno para muchas cosas, pero hoy demuestra que no puede ni detener un simple catarro.

¡Salud!