El dictador sí tiene quien le escriba

La batalla del presente será contra el uso de información como arma de los regímenes autoritarios.

Juan Pablo Delgado
Columnas
Protestas contra Putin
Foto: Floris Looijesteijn/ Creative Commons

Al hablar de los dictadores del pasado es fácil dejarnos llevar por las grandes monstruosidades del siglo XX: Stalin mandó al Gulag a millones de sus compatriotas; Hitler se regodeaba pensando en la Solución Final; Mao envío al camposanto a enormes secciones de su población; mientras que Pol Pot enterró a 25% de su gente buscando la utopía socialista. ¡Faltaba más!

Una característica que definía a estos regímenes era su fascinación por imponer grandes narrativas ideológicas a sus ciudadanos. Todos los sociópatas mencionados —y otros tantos que siguieron su ejemplo— buscaban un mundo nuevo basado en la estrafalaria ideología que trajeran en boga en ese momento. Eso sí, para crear esa realidad ilusoria se requería de una enorme maquinaria de propaganda y censura, así como un aparato de persecución para aplacar a disidentes que quisieran pasarse de listos. Nada bueno resultó jamás de esto…

Hoy el mundo es distinto al de aquellos tiempos y ahora encontramos a una nueva camada de tiranillos que poco tienen que ver con sus antecesores. Todavía sobreviven algunos ejemplos del dictador-genocida (te estamos viendo Corea del Norte y Siria) pero la realidad es que nuestros tiranos contemporáneos son mucho menos sanguinarios, aunque sí más astutos para controlar a sus pueblos.

Simple estrategia

A diferencia de los antiguos dictadores, los tiranos de hoy han tomado el arma más poderosa de las democracias liberales —la masificación de la información— y la han usado a su favor. Con la libre circulación de opiniones en internet y el poder de las redes sociales, el tirano del siglo XXI no requiere de monumentales campañas de propaganda para crear realidades alternativas. Basta con desplegar una simple estrategia para lograrlo: crear un estado de desinformación masiva que confunda y paralice a la sociedad.

Tomemos el caso de Rusia, gobernada por el régimen neozarista de Vladimir Putin. Aquí los medios han creado un mundo distópico donde Europa y Estados Unidos conspiran activamente para desestabilizar a su inocente país y en donde la invasión de Crimea fue un triunfo antiimperialista y no un atropello a la diplomacia internacional. El periodista Peter Pomerantsev comenta que para los ciudadanos rusos la exposición simultánea a medios europeos y a los mensajes del Kremlin los ha llevado al borde de la esquizofrenia. ¿El resultado? Una incomprensión absoluta de la realidad que los rodea.

Cosa similar sucede en China o Venezuela, donde el gobierno permite la disidencia en redes sociales sólo para detectar a posibles líderes “revoltosos” y después arrestarlos. ¿Para qué luchar contra la era de la información si puedes usarla a tu favor?

Esto apunta a un escenario terrible, resumido por el analista Vasily Gatov: si la batalla más grande del siglo XX fue contra la censura y en pro de la libertad de información, la batalla del presente será contra el uso de información como arma de los regímenes autoritarios.

La solución a todo este embrollo es muy complicada. Un inicio sería comenzar por analizar nuestro propio comportamiento en internet, porque muchas veces no necesitamos a un tirano que nos engañe y nos confunda: solemos hacer esto nosotros mismos al inundar cada día a nuestra mente con información ridícula, tonta o llanamente inútil.

¿A poco no?