DICTADORES À LA MODE

“Ahora los dictadores son menos dramáticos y escandalosos”.

Juan Pablo Delgado
Columnas
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Hace tiempo escribí en estas páginas (La secta democrática, Vértigo 1041) sobre la decadencia de la democracia liberal a nivel global. Recapitulo rápidamente: The Economist Intelligence Unit, que revisa y califica el estado de la democracia en 167 países, reveló que durante 2020 solo 8.4% de la población mundial vivía en una “democracia plena”. Por su parte Freedom House concluyó que tres cuartas partes de la humanidad vive en un país donde la libertad está en declive, agregando que en los últimos cuatro años más de 100 naciones se han vuelto “menos democráticas”, incluyendo a Canadá, Estados Unidos y la mayoría de Europa Occidental. ¡Pácatelas! ¡Ni hablar!

No quisiera aparentar cinismo pero nada de esto es sorpresa. A donde sea que miremos observamos cómo gobiernos erosionan diariamente los andamiajes democráticos, práctica que se amplió y profundizó con la pandemia de Covid-19 y las medidas draconianas que se implementaron en numerosas latitudes.

Lo interesante aquí es analizar cómo en una era de apertura económica, integración comercial y libre circulación de información tantos países se vuelven más nacionalistas, iliberales y dominados por hombres fuertes. En plena globalización los gobiernos autoritarios tienen un día de campo. ¿Cuál es el secreto de su éxito?

De acuerdo con un análisis de Max Fisher y Amanda Taub en The New York Times la razón es que los gobiernos autoritarios evolucionan para adaptarse a la nueva realidad social y política. Atrás quedaron los líderes revolucionarios mesiánicos, las dictaduras totalitarias genocidas o las juntas militares (claro, todavía hay algunas por ahí, pero muy pocas). Ahora los hombres fuertes se presentan como civiles, realizan elecciones con fachada democrática y se han vuelto más astutos para contrarrestar cualquier protesta en su contra. Si antes un dictador asesinaba a quienes se rebelaban ahora “no imponen su voluntad por la fuerza o aterrorizan a sus ciudadanos para someterlos; más bien buscan superarlos con astucia”, apuntan los autores.

Peligro

Tomemos en concreto el caso de la represión violenta. Fisher y Taub indican que al analizar el golpe de Estado en Myanmar en febrero de 2021 (el cual deja ya más de 800 muertos) supusieron que este tipo de actos represivos serían comunes en el mundo. ¡Pues no!

Tomando la información de Uppsala Conflict Data Program, una base de datos que muestra todos los actos de violencia en el mundo, descubrieron que en la década de 1990 hubo 23 casos donde un gobierno asesinó a 500 o más de sus propios ciudadanos; en la década de 2000 hubo siete casos, y en la década de 2010 solo seis.

“Bueno —dirán algunos—, seguro los gobiernos matan a menos personas pero en más ocasiones”. ¡Tampoco! Al revisar los eventos de violencia gubernamental que causaron 100 muertes se encontraron 80 casos en la década de 1990, 46 en la de 2000 y 31 en la de 2010. Episodios con más de mil muertos: 14 en el decenio de 1990, cinco en el de 2000 y cuatro en el de 2010.

Estos números demuestran que la represión violenta contra ciudadanos va a la baja, aun cuando el número de gobiernos autoritarios va al alza. Y aquí se encuentra el mayor peligro de las nuevas dictaduras: ¡se han vuelto más aburridas! Si antes un gobierno autoritario podía generar indignación internacional después de una masacre (pensemos en Tiananmen) ahora los dictadores son menos dramáticos y escandalosos, aunque no necesariamente menos peligrosos.

Pero no nos engañemos. Todos los días miles de millones de personas viven en países que reprimen sus derechos y libertades: lo malo es que esa realidad no es ni escandalosa ni dramática. ¿Y quién quisiera ver un programa así de aburrido en la televisión?