EL SÍNDROME DE ESTRUMPCOLMO

Estamos viendo en tiempo real un profundo cisma en el mayor culto de las últimas décadas.

Juan Pablo Delgado
Columnas
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Va una pregunta: ¿qué clase de persona se vuelve parte de un culto? Seguramente pienses que solamente los imbéciles, los altamente manipulables o los perdedores podrían renunciar a la cordura para formar parte de un grupo de lunáticos.

De entrada esto es incorrecto. La socióloga Janja Lalich indica que no existe una personalidad arquetípica susceptible a caer en estas espirales, apuntando que “las personas que se unen a un culto tienen en lo general un alto grado de educación, provienen de buenas familias y no tienen problemas sicológicos previos”.

Lo anterior importa porque estamos viendo en tiempo real un profundo cisma en el mayor culto de las últimas décadas, donde millones de personas que han sido manipuladas y engañadas por un charlatán ahora enfrentan la cruda realidad. ¿A quién me refiero? Naturalmente a la seudorreligión conocida como QAnon.

QAnon es una teoría de conspiración/culto que cree que Donald Trump era el héroe esperado para derrotar a un sórdido grupo de liberales pedófilos y caníbales. Q —un dizque insider con información privilegiada— se comunicaba de manera anónima (de ahí el Anon) en foros como Reddit y 4chan, revelando pistas sobre el plan maestro de Trump.

Primero lo obvio: todo esto es una retorcida fantasía sin sustento en la realidad. Pero esto no evitó que millones siguieran religiosamente a Q y que surgieran apóstoles para descifrar sus enigmáticos comunicados. Tal fue el arrastre que para 2019 los fanáticos aparecían en mítines de Trump portando parafernalia de Q. Hoy incluso tienen a una representante en el Congreso (Marjorie Taylor Greene, de Georgia).

Todo esto viene al caso porque —evidentemente— todas las predicciones fallaron. Q había prometido que Joe Biden jamás sería investido. Que Donald Trump declararía Ley Marcial para permanecer en el poder. Que Joe Biden sería arrestado. Que habría un “Gran Amanecer” cuando se revelara al grupo satánico que operaba tras las sombras. Al final… Biden es presidente; no hubo pedófilos caníbales, y Trump es un perdedor viviendo en Florida.

¿Y ahora?

¿Qué sucede con estos individuos tras una ruptura tan grave en sus creencias? Uno esperaría que cuando algo tan calamitoso sucede en un culto los seguidores escapan en desbandada humillados o en shock. Pero esto no es necesariamente lo que está sucediendo.

De acuerdo con el neurosicólogo Vaughan Bell, mientras algunos abandonarán un culto —generalmente los adherentes más nuevos o menos comprometidos— “la gran mayoría experimenta poca disonancia cognitiva y solo hace pequeños ajustes en sus creencias. Seguirán hacia adelante, generalmente sintiéndose espiritualmente más enriquecidos”.

Por ejemplo algunos seguidores de QAnon recurren a grupos de apoyo en línea e incluso a terapia para ayudarlos a salir adelante. Algunos entrevistados por The Associated Press dicen que el proceso de dejar QAnon es similar a dejar una adicción de drogas.

Pero los fanáticos persisten, como lo revela The Atlantic. Un seguidor aferrado comenta: “Creo con cada gramo de mi cuerpo que el presidente Trump ganó la elección; pero el ‘pantano’ es mucho más profundo, más amenazante, más corrupto y malicioso de lo que imaginamos”. ¡Típico! La profecía no falló: simplemente las fuerzas enemigas eran más fuertes de lo que creíamos”.

Todo esto es análogo para México. Aquí millones de ciudadanos creen fervientemente en la retórica que emana de Palacio Nacional. Creen en una transformación histórica de la vida pública. Creen en la misión divina de un presidente. Creen en su mítica batalla contra las fuerzas oscuras de la corrupción y el neoliberalismo. ¿Qué sucederá con ellos si —o cuando— sus expectativas no se cumplan?