FEAR AND LOATHING IN BEIJING (2)

“Nada asegura que el nuevo orden logre derrotar a China”.

Juan Pablo Delgado
Columnas
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En mi columna anterior hablamos de cómo se crea un nuevo orden internacional, y concluimos —con base en los argumentos de Michael Beckley (Foreign Affairs)— que el ingrediente fundamental es el miedo.

Por ejemplo, fue precisamente el miedo a la Unión Soviética lo que dio auge al orden liberal internacional durante el siglo XX, logrando unificar —y mantener unidos— a una colección de países liderados por Estados Unidos. Pero 30 años más tarde, y sin su enemigo predilecto, el orden liberal se encuentra en crisis.

Ahora, ¡pierdan cuidado!, tenemos a un nuevo contrincante: la República Popular de China. Una potencia agresiva y represiva que causa terror en sus vecinos cercanos y que hoy genera un reacomodo en las alianzas y las prioridades globales.

Para entender el posible nuevo orden debemos recordar de dónde venimos. Durante la Guerra Fría EU puso énfasis en el capitalismo muy por encima de la democracia. El llamado mundo libre era principalmente “un constructo económico”, argumenta Beckley. Mientras un gobierno aceptara el libre mercado, poco importaba si era gobernado por un sangriento dictador. Tal fue la expansión de este modelo que incluso aceptaron a China dentro de la OMC.

Y aquí inicia nuestro problema presente. Porque aunque China se siga creyendo comunista (“socialismo con características chinas”, dirían ellos), la realidad es que su economía ha estado inmersa en el modelo capitalista por décadas. China ha prosperado con el sistema actual; y ahora lo utiliza de manera voraz para expandir su poder. El orden liberal se devora a sí mismo y alimenta a su adversario más temido.

Por lo tanto, Beckley argumenta que el nuevo orden global ahora sí tendrá que colocar en su núcleo la defensa de la democracia y los derechos humanos, dos factores claramente ausentes en China y que terminarían por excluirla del nuevo orden. Si el conflicto en la Guerra Fría fue entre la planificación económica central y el libre mercado, ahora será entre la democracia y las autocracias.

Contención

Ya vemos los primeros movimientos en el tablero. En cuestiones de seguridad los vecinos inmediatos de China (Taiwán, Vietnam, Corea del Sur, Japón) comienzan a robustecer su poder bélico para complicar la expansión de Beijing en los mares de China Oriental y Meridional.

En un círculo más amplio de contención Australia, India, Japón y Estados Unidos forman el Diálogo de Seguridad Cuadrilátero (QUAD, por sus siglas en inglés); y Australia, Reino Unido y EU se unieron para crear el AUKUS.

En términos económicos, el G-7 (países democráticos con 60% del poder económico global) ya comienzan a formar redes comerciales exclusivas para dominar sectores estratégicos y evitar que China los monopolice, en particular tecnología de Inteligencia Artificial, semiconductores y telecomunicaciones (G5).

A esto debemos sumar la iniciativa Build Back Better World de EU y la Global Gateway de la Unión Europea que busca contrarrestar la Belt and Road Initiative de los chinos en los países en desarrollo.

Pero el problema es más profundo: Occidente debe alejarse de la ortodoxia neoliberal que reinó por décadas para crear un nuevo capitalismo más “amable”. Esto no lo harían por altruismo (¡faltaba más!), sino porque es la manera de crear una nueva red comercial que excluya a China por su represión laboral y su explotación indiscriminada del medio ambiente. Esto traería como beneficio adicional la defensa de los trabajadores y el combate al cambio climático. ¡Nada mal!

Ahora bien, nada asegura que el nuevo orden logre derrotar a China. En el proceso, pueden surgir desacuerdos, conflictos y contradicciones que desmoronen a esta naciente unión de democracias. Pero quizás el mayor peligro es que China también tiene amigos y podría crear su propio orden global paralelo, dominado por autocracias y gobiernos iliberales.

Esto se los explico en la siguiente columna.