VOLVER AL FUTURO

¿Qué queremos entonces? ¿Populismo, demagogia y despilfarro?

Juan Pablo Delgado
Columnas
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Ilustración

¡No hay remedio! Salimos de un problema para entrar a otro. Y más en América Latina, donde parece que tienen doctorado para el autosabotaje.

Pero vámonos lento porque vamos lejos. Mi preocupación surge de lo que quizá sea el evento geopolítico más importante del momento: las protestas masivas que han sacudido al mundo en los últimos meses.

Desde China hasta Oriente Medio, pasando por Europa y llegando a Latinoamérica, numerosos gobiernos se han visto sorprendidos por una explosión de rabia y frustración que demanda cambios urgentes al statu quo. Los focos rojos: Ecuador, Líbano, Chile, Argentina, Haití, España, Uruguay, Irak, Bolivia, Hong Kong, Francia…

Las demandas en cada país difieren pero numerosos analistas detectan elementos comunes: frustración y descontento acumulado tras largos periodos de austeridad y recorte a servicios públicos, incremento de la desigualdad, falta de movilidad social (excepto para abajo), falta de crecimiento económico y de oportunidades laborales, corrupción política e insatisfacción con la democracia… Casi nada.

La ONU ya le entró al quite y atribuyó la ola de protestas a la desigualdad social, al descontento y el desgaste de los ciudadanos con la clase política.

A su vez el analista Fareed Zakaria apunta: “Las protestas son causadas por expectativas frustradas, desigualdad creciente, corrupción persistente y una profunda sensación de frustración”.

Solución

¿Así o más claro, señores? Lo peor es que esta situación era más que predecible porque el mundo ha pasado la última década esperando a Godot. Se nos dijo que tras la debacle financiera de 2008 solo era cuestión de tiempo para que todo volviera a la normalidad, para que el progreso regresara, los salarios crecieran y el futuro volviera a ser brillante. ¡Puro rollo!

A diez años de la gran recesión el FMI nos sale con la noticia de que el crecimiento económico a escala mundial será de 3% para 2019 (0.2% para América Latina y 0.4% para México): el peor desempeño desde la crisis económica de 2008. Esto sumado a los nubarrones que vaticinan el inicio de otra recesión global: la guerra comercial entre chinos y gringos, el Brexit y otras monerías.

O sea que vamos hacia adelante para regresar al principio. ¡Pues no! Las sociedades ya no están dispuestas a tolerar esta situación y las consecuencias aparecen ahora frente a nosotros. ¿Todos a las calles a celebrar? ¡No tan rápido!

Regresemos a las hermanas repúblicas latinoamericanas para ver que no todo es euforia idílica: al igual que el resto del mundo nadie duda que la situación en el sur sea crítica (corrupción, falta de crecimiento, desigualdad), pero en vez de hacer una fuga hacia adelante nuestros primos se enredan en espirales. Ejemplo clave es Argentina, que el 27 de octubre hizo lo impensable: ¡volver a poner al peronismo en la Presidencia! ¿Estamos idiotas o solo parecemos?

Lo peor es que lo ocurrido en Argentina podría replicarse en otros países. En Chile y Ecuador las protestas han mutado de una reacción por la eliminación de subsidios a un repudio total del modelo económico liberal. ¿Qué queremos entonces? ¿Populismo, demagogia y despilfarro? ¡No es por ahí, raza! ¡Eso fue lo que precisamente nos trajo hasta este lugar!

Acepto que el capitalismo no siempre entrega los resultados esperados. Pero pido prestada una frase de Winston Churchill: “El libre mercado es el peor sistema económico, a excepción de todos los demás que se han inventado”. Y la solución es mejorar este sistema: no tirarlo a la basura y volver al populismo.

Es que en serio: ¡están viendo y no ven!