DOS HOMERUNS MENOS PARA AMLO

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Foto: Especial
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Por Katia D’Artigues

Febrero y marzo se recordarán en los próximos meses, quizás años, como los momentos en los que, para usar un término beisbolero que tanto le gusta a nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador tuvo la oportunidad de batear dos homeruns con casa llena… y no lo hizo.

Me refiero a la manera en que ha manejado todo el tema de las violencias contra las mujeres, la manifestación del 8 de marzo y el paro del 9, y ahora la crisis mundial por el COVID-19.

Las mujeres

Era en realidad muy sencillo. Escuchar, apoyar, reconocer que hay mucho qué hacer en el tema de manera urgente como parte de una cultura machista a combatir que no comenzó con su llegada al gobierno. Un hombre carismático como él pudo haberle dado la vuelta de manera muy fácil con tan solo algo de empatía.

Hasta los esfuerzos de las mujeres de su gabinete en esa larga conferencia de prensa diseñada para convencer a todos y a todas de que él era un presidente feminista —en gran parte porque las nombró a ellas— lo tiró al día siguiente al declararse un humanista. Al gritar vivas a las mujeres... y a los hombres.

El pasto seco que se incendió con las muertes, sobre todo de Ingrid Escamilla y de la pequeña Fátima más las diez mujeres asesinadas de manera diaria por ser mujeres, pudo haber sido una oportunidad también para dar reversa en ciertas políticas que las afectan sobre todo a ellas, también. Como la reducción de refugios para mujeres que viven violencia o las estancias infantiles para mujeres que trabajan.

Pero no, el presidente no da pasos para atrás. Solo sí postergó el lanzamiento del billete para no ganarse el avión presidencial para que no coincidiera con el paro.

El COVID-19

Un meme que me llegó estos días por WhatsApp decía: “Recomendaciones para el coronavirus. Ignorar a AMLO. Seguir las recomendaciones de otros presidentes”.

Mientras el mundo cada día toma medidas más drásticas para reducir el contagio del COVID-19, en Palacio Nacional parece que pasa poco. El presidente asemeja un padre necio que no quiere ir al doctor porque cree que no pasa nada. Es, de hecho, un ejemplo perfecto de la generación de los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1965)que crecieron después de la Segunda Guerra Mundial con la amenaza de la guerra nuclear y a quienes algo como un virus que puede matar potencialmente a millones de personas les parece intangible.

Pese a la petición expresa de instalar el Consejo de Salubridad para tomar decisiones el presidente ha decidido no hacerlo. ¿Para no parecerse a Felipe Calderón, el más reciente presidente —que no el último— que lidió con una emergencia sanitaria?

Lo suple a su manera, me dijo un integrante del gabinete esta semana: en la reunión de seguridad de las seis am, antes de la conferencia mañanera, ya siempre están los titulares del Insabi, IMSS, ISSSTE, el secretario y subsecretario de Salud. Recibe un reporte diario, junto con el de los muertos del país, y también un update diario sobre cómo van la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía.

El presidente ha dicho cosas extrañas estos días, como ligar la corrupción con la emergencia sanitaria. Hay ciertas razones, por supuesto. En una de esas reuniones, esta semana, alguien abogaba por comprar detectores térmicos para instalarlos en lugares con mucha afluencia; estaban recibiendo muchas ofertas para comprarlos. Hugo López-Gatell opinó que sería mejor invertir en ventiladores de terapia intensiva. Cuestan lo mismo: 35 mil dólares.Al menos en eso sí le hizo caso a López-Gatell.

El fin de semana pasado, cuando ya se había pedido como medida de prevención y seguridad que no se abrazara y besara personas, el presidente lo hizo. Esa foto donde está besando a una niña causó indignación. Al entrar a la conferencia de la mañana pasa de largo de la persona que ofrece gel antibacterial.

Se hizo una conmemoración por el Día de la Expropiación Petrolera multitudinario.Y el miércoles por la mañana otra estampa (literal) a guardar es el momento de la conferencia mañanera en la que dijo que su “escudo protector”, además de la honestidad, eran justo estampas religiosas que la gente le entrega y las mostró.

Fue curioso que lo dijera: hasta hace algunos años, cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, no lo decía en público. Me lo comentó personalmente un día que fui a desayunar con él: se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un montón de estampas, escapularios y demás que la gente le regalaba. Me dijo que siempre salía de su casa con ellos, que lo hacían sentirse seguro, pero que no los mostraría porque no sabía cómo explicar el ser juarista y religioso al mismo tiempo. En fin, eso me queda claro que ya es algo que no le importa (y que tampoco estaba peleado desde el principio: Juárez, aunque separó Iglesia de Estado, era un hombre muy religioso).