DELFINA GÓMEZ, UN PERFIL (QUE INCLUYE A TLACAÉLEL Y MAFALDA)

Katia D'Artigues
Columnas
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Si hace tan solo cinco años le hubieran dicho a Delfina Gómez Álvarez que sería secretaría de Educación no lo hubiera creído. Para la entonces presidenta municipal de Texcoco, en el Estado de México, sus planes de vida estaban bien trazados: quería regresar a dar clases a su escuela, a vivir a la misma casa en la que había vivido por más de 50 años (con seis perros y cinco gatos), jubilarse y luego dedicarse a algunas actividades de servicio social, nada más.

Pero los planes cambian como cambia la vida, inevitablemente. La decisión más difícil de su vida (lo dijo en una entrevista que le hice en 2017, cuando ya era candidata a la gubernatura y casi alcanzó al actual gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, por menos de 400 mil votos), fue dar un paso a la política.

¿Qué la hizo cambiar de opinión? La convicción de que hay que meterse al sistema para cambiarlo desde dentro.

Así, para 2018 fue electa senadora, cargo que casi inmediatamente dejó para volverse esta figura creada por el presidente: “superdelegada” del Estado de México, el vínculo único autorizado entre el gobierno federal y los locales que se ha probado ha sido semillero de candidatos a gobernadores para la próxima contienda de 2021 y ahora es la novena secretaria de Estado mujer de un gobierno que, paradójicamente, le da lugares importantes en la administración pública mientras recorta, minimiza, temas importantísimos para la vida, la lucha contra la violencia y el trabajo de las mujeres de México.

Es estrictamente cierto que Gómez Álvarez es la primera maestra normalista al frente de la SEP. Claro, ella no solo se quedó con esos estudios que sí la llevaron a estar frente a aulas, ser directora y también dirigente magisterial en su estado sino que también tiene dos maestrías: una en Pedagogía y otra en Educación, con especialidad en Administración de Instituciones Educativas, por nada menos que el Tec de Monterrey.

Digo estrictamente cierto porque sí hubo otra mujer, también maestra normalista (que dio clases en Nezahualcóyotl) que no era la titular de la SEP pero sí decidía todo lo que pasaba ahí, al menos durante el gobierno de Felipe Calderón: me refiero a Elba Esther Gordillo, a quien el entonces presidente le dio el verdadero poder en la SEP, así como otras instancias como la Lotería Nacional y el ISSSTE por los apoyos recibidos en la cerradísima campaña de 2006, cuando AMLO —jamás lo olvidará—estuvo a punto de ganar por 0.56% de los votos contados de manera oficial.

Apuntes para conocerla

Nacida el 15 de noviembre de 1962 en Texcoco, es una mujer que decidió apostar por su carrera. Punto. Aunque acepta que sí tuvo algunas parejas, piensa que jamás se enamoró (al menos hasta la fecha) porque nunca quiso casarse ni tener hijos ni ante la insistencia maternal de que tuviera al menos uno, “para que la cuidara cuando fuera mayor”. Ella le dijo que nunca lo haría por eso y acepta que hubiera seguido estudiando si no fuera porque tenía que trabajar para vivir.

Parte del grupo político de Higinio Martínez en Texcoco fue ella la que se le acercó a Andrés Manuel López Obrador en una gira, durante unos segundos, para pedirle que la considerara como candidata a la gubernatura, así de la nada. Le hizo caso y no se afilió a Morena, al menos hasta entonces.

Tiene gran parte de la mística de trabajo de AMLO: le gusta caminar, ensuciarse los zapatos, escuchar a la gente. Cree en los recortes de “altos” sueldos públicos para amasar ahorros y destinar algo para la comunidad. Se considera “obsesiva, necia, obstinada; cuando decido hacer algo tengo que hacerlo y lograrlo”. Cumplida con el trabajo hasta en momentos dificilísimos, como cuando su padre estaba muy enfermo, se despidió de él y pensó que quizá debería quedarse a cuidarlo, pero decidió irse a trabajar. Murió un día después y lo considera un gran arrepentimiento en su vida.

Como el presidente también es admiradora de las culturas prehispánicas. De hecho en campaña por el Estado de México alguna vez dijo que les recomendaría leer tanto a Eruviel Ávila, entonces gobernador, como al entonces presidente Enrique Peña Nieto un libro para ser mejores gobernantes. ¿Cuál? Tlacaélel, de Antonio Velasco Piña.

¿Otro dato curioso de Delfina? En los ocho años que hice un programa para TV Azteca le planteé a mis más de 400 invitados seis preguntas idénticas y ella respondió con algo que nadie más hizo. La pregunta era: ¿Con qué personaje vivo, muerto o de ficción les gustaría hablar, si pudiera? Ella dio una respuesta que nadie repitió (contrario a Benito Juárez, Jesucristo, Churchill, entre los más mencionados): Mafalda, sí, la creación de Quino, porque dice que “pone a cada quien en su lugar” y es dueña de una filosofía única.