EN ESTA ESQUINA, MORENA; EN LA OTRA, MORENA

Un movimiento integrado por distintas personas que piensan en otro sentido que el ideal.

Katia D'Artigues
Columnas
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Por estos días he recordado ese breve tiempo —apenas cuatro meses y medio— en el que en 2017 cambié de lugar en el “mostrador” y en lugar de ser solo periodista-testigo de los acontecimientos —me volví diputada constituyente de la Ciudad de México para impulsar los derechos de las personas con discapacidad.

Lo digo porque lo recuerdo seguido, ahora que Morena —esa ineludible fuerza por el poder que le da el ahora mismo presidente, pero también integrado por personas tan disímbolas parece que se contradice entre diferentes leyes que propone.

Le contaré una pequeña infidencia.

Recuerdo un momento. Estábamos en el breve espacio (sin guiño a Pablo Milanés) tras la tribuna en Xicoténcatl, debajo del “corral de la ignominia” y/o lugar para prensa a que habían destinado a mis compañeros de los medios, donde había café, galletas y cuando seguíamos legislando algo a horas de mediodía (en grandes contenedores de plástico), guisados con tortillas.

Un entonces diputado de Morena, Fabrizio Mejia, compañero periodista, me dijo con respecto de lo que pasaba en tribuna en ese momento —pasó muchas veces— que le recordaba a la lucha libre: “En esta esquinaaa, Morena; y en la otra, Morena”.

Y sí, era común. Dolores Padierna, ahora morenista pero entonces perredista, se quejaba mucho de que por más que acordaba con Bernardo Bátiz, el coordinador de la bancada de Morena, él nunca comprometía el voto de todos sus diputados porque eran “libres”. Y bueno, aunque no con tanta diferencia también aplicaba —a veces para su desespero— a las personas diputadas del PRD, incluyéndome. Finalmente la mitad éramos personas ciudadanas, fuera del partido, que habíamos llegado por diferentes razones y pasiones.

Pero en Morena quienes más contradecían una y otra vez su “línea” no existente eran Jaime Cárdenas (ahora exencargado del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado) e Irma Eréndira Sandoval (ahora titular de la Función Pública). También Clara Brugada (ahora alcaldesa de Iztapalapa). Me consta que una y otra vez subieron a exponer reservas que en muchas ocasiones no eran atendidas por el mismo Morena.

No es un partido

Todo este periplo para decir: sí, Morena no es un “partido” aún: es un movimiento integrado por distintas personas que piensan en otro sentido que el ideal trazado para una fuerza política en el INE y que busca el poder. Así fueron creados. También por otros factores, como que hubo legisladores que llegaron por “tómbola”. El azar fue lo único que determinó su presencia.

Así, ¿qué nos extraña si añadimos el hecho de personas que están y que jamás pensaron tener poder? O que ante el poder que a todos marea, ¿a otros más? Entonces tenemos contradicciones como las que vemos en la Cámara de Diputados, por ejemplo.

Algo que Martha Tagle, de Movimiento Ciudadano, ha llamado “efecto chimoltrufia” porque como dicen una cosa dicen otra. Tiene razón.
Están a favor de la amnistía para personas pobres que no tienen cómo defenderse (y argumentan que privilegiaría a los que no tienen defensa, algo bueno y noble), pero ¿al mismo tiempo impulsan una reforma a la prisión preventiva (te detengo luego averiguo) en muchos presuntos delitos que son difíciles de probar y que afectan a los más pobres que también tienen deficiencia de defensa?

Que se pongan de acuerdo. Digo, mínimo. Como diría el clásico: “Organícense”.

En esta, como en muchas otras discusiones, está el detalle. Como si dirige el partido Porfirio Muñoz Ledo o Mario Delgado.