“LA ARROGANCIA DE SENTIRSE LIBRES” Y LOS FEMINICIDIOS

Ningún presidente del mundo hace un evento así para decir que todo va mal.

Katia D'Artigues
Columnas
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A todos los que vimos el octavo, digo, el Segundo Informe de Gobierno del presidente López Obrador nos quedó claro el contexto en el que lo dijo. Está en discurso transcrito que se liberó por Comunicación Social, pero no así la frase posterior que causa sorpresa.

En Palacio Nacional, acompañado por su gabinete, un grupo representativo de legisladores, empresarios y también de pueblos indígenas, hablaba sobre la independencia que tenían las instituciones de justicia a diferencia de, ya sabe, los tiempos neoliberales. “La Fiscalía General de la República y el Poder Judicial de la Federación actúan con autonomía y se acabó aquello de que todo lo ordenaba el presidente porque el Ejecutivo era el poder de los poderes”, leyó.

Pero luego, no previsto, salió de su ronco pecho que no es bodega: “Miren cómo han cambiado las cosas, invité al fiscal general y al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y no pudieron asistir; en otros tiempos eso no pasaba; porque ellos tienen la arrogancia de sentirse libres. Este es el cambio, la transformación”.

Mmm. ¿La arrogancia de sentirse libres?

Por lo menos en el Poder Judicial juran que no fue una frase, mínimo, con chanfle, digamos. Y recurren a uno de mis recursos favoritos: el diccionario. En la Real Academia de la Lengua Española al buscar “arrogante” hay varias definiciones para el adjetivo. El primero y más común es “Altanero, soberbio”. Pero luego hay otras dos acepciones más: “Valiente, alentado, brioso” y “Gallardo, airoso”.

Juran que es la segunda o tercera la que debe aplicar. Pero no lo sé. AMLO es un presidente que usa frases del dominio público, refranes, y comunica con palabras muy sencillas; es parte de su éxito.

Ahora “sentirse libres” no es lo mismo que serlo. Ojalá se sientan y sean libres; que así sea reconocido por el muy poderoso Ejecutivo.

Más porque acto seguido en el informe, paradojas, habló sobre el ahora tan llevado y traído “juicio a los expresidentes” que él dice que no quiere, pero que si el pueblo, vía una consulta, lo pide...

Sí, pero, pequeño detalle: hay un principio de Derecho que se llama la “no retroactividad”. Es decir, que usted, a mí o al expresidente no le pueden salir con que de pronto le aplicarán una nueva ley que no existía para castigar algo que no era una falta en su momento.

Es un principio importante que por más que uno tenga las mejores intenciones para sentar un ejemplo clarísimo sobre que no se permitirá la corrupción (y todos estamos de acuerdo con ello) nos conviene a todos que no se toque.

Feminicidios

Lo que sí sentí como una cachetada fue la aseveración de que han disminuido todos los delitos menos el homicidio doloso y la extorsión, ¡incluyendo los feminicidios!

Es claramente una mentira, ya no diga con base en organizaciones feministas sino en datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública: entre enero y julio de 2020 se registraron 566 feminicidios en México, lo que es un aumento de 5.4% respecto de 2019 y de 9.6% respecto de 2018.

Claramente no basta el decálogo a favor de las mujeres que un día también improvisó en una mañanera. Mucho menos en pandemia, cuando muchas están obligadas a convivir con sus agresores.

Por supuesto que nadie esperaba que el informe —ese que en sexenios anteriores se esperaba porque eran de las pocas veces que hablaba un presidente— fuera algo menos que triunfalista. Ningún presidente del mundo hace un evento así para decir que todo va mal, ¿cierto? Pero no pude dejar de pensar qué sentiría en esos momentos el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien esta misma semana les dijo a senadores de Morena que el país viviría una crisis no vista desde 1932.

¿Alguna vez sabremos, por cierto, de dónde salió la cifra de que se han ahorrado por austeridad unos 560 mil millones de pesos? Aun con peticiones de información pública nadie lo ha sabido explicar. Aunque a veces pienso que no importa. Cosas de estos posmodernos tiempos: vale más lo que uno cree que los datos y la realidad (aunque nos pegue en el bolsillo, valoramos más la reivindicación histórica y, ah, la esperanza).