LO QUE PARECE NO ES

Que se cuiden.

Katia D'Artigues
Columnas
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Jesús Reyes Heroles, considerado el ideólogo del PRI en los setenta, exsecretario de Gobernación, líder del Revolucionario Institucional, acuñó varios aforismos sobre el quehacer político del país. Uno de ellos es: “En política lo que parece, es”.
Aunque vivamos —al menos en la aspiración de Palacio— en un regreso irreal a los setenta hoy en México hay muchas cosas en la política que parecen —o quieren que parezcan— y no son.

El rojo que ya no lo es

¿Usted conoce el color rojo? Supongo que sí, a menos que viva con daltonismo. Aun así sabrá que cuando algo está en rojo es porque es una alerta y si está manejando debe parar.

En México el rojo ya no es lo que era, al menos en el semáforo epidemiológico. En esta tercera ola de la pandemia —o continuación de la ola original ahora con las mutaciones, sobre todo la variante Delta que es mucho más contagiosa— el semáforo en rojo ya no significará… pues casi nada: solo una alerta que cada quien tomará como pueda y quiera sin que —y eso preocupa— se adopte alguna otra medida de política pública de salud más que la vacunación que, por cuestiones técnicamente inexplicables, no fluye bien. Hay 19 millones de vacunas no aplicadas en el país.

De acuerdo estoy en que la economía no se puede parar más. Vivo, como muchas personas que habitan el mundo —no solo en México— el “cansancio y la fatiga por los largos meses de la pandemia y el confinamiento”, como dijo el subsecretario de Salud. Como madre de un hijo en edad escolar doy testimonio todos los días de su frustración por no regresar a clases y no ver a sus amigos, amigas, profesores y profesoras.

Pero renunciar a no parar, pedir a las personas que, digamos, no salgan de vacaciones, que se cuiden, sin hacer más pruebas o tomar medidas claras para el regreso escolar sobre todo en instalaciones educativas suena a una locura (más). E insisten en no promover el uso de cubrebocas, aunque sí cubren otras partes de su anatomía como los oídos para no escuchar críticas o que de la boca no salga ninguna crítica a las muchas cosas que deja de hacer este gobierno y que incluso haciéndolas mal las presume como logros.

Qué importa que América concentre 40% de muertes en el mundo según la OMS. Que en la CDMX se confirme que 60% de los casos son de coronavirus variante Delta (mucho más contagiosa que la Alfa, la original que ya mutó muchas veces) o se haya disparado en 62% la ocupación hospitalaria. Que ahora 42 niños de tres a seis años se infecten todos los días y que tengamos la tasa más alta de contagios desde el 31 de enero.

¿Y las personas con discapacidad que supuestamente estaban ya previstas en el Plan Nacional de Vacunación desde mayo? Pues esperando.

Consulta Popular

La consulta que no es consulta y que si es, ¡quién sabe qué consulta! Para el 1 de agosto estamos llamados de nuevo a las urnas. Es para realizar la primera “consulta popular” del país. Aunque ha sido popularizada por el presidente López Obrador como la “consulta para juzgar a los expresidentes” en realidad, como se ha dicho ya mucho pero hay que insistir, no habla de eso.

La pregunta aprobada por la Suprema Corte, una oda a la ambigüedad, dice lo siguiente (y los paréntesis y en itálicas son míos): “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes (¿cómo cuáles serían las “acciones pertinentes”?), con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso (“emprender un proceso puede ser todo… o nada) de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados (“los años pasados” ¿implica también la gestión del mismo actual presidente?, ¿hasta dónde nos vamos por los años pasados?, ¿“al infinito y más allá”, como dice Buzz Lightyear?) por los actores políticos (¿quiénes son los “actores políticos”?, lo digo por una reforma reciente de la Ciudad de México, por ejemplo, donde equipara a directores y administradores de la sociedad civil con servidores públicos), encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”

Es decir, la verdad, quién sabe qué consulta esta consulta que solo será vinculante —es decir se hará quién sabe qué, pero algo se hará— si vota 40% del padrón electoral, algo que es posible que no se logre: implica unos 37 millones de votos.