CREO EN LA LIBERTAD, EN EL DERECHO DEL HOMBRE A SER ÉL MISMO

Buscamos evitar la libertad al fusionarnos con otros.

Norberto Vázquez
Columnas
Foto: Especial
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Durante toda su carrera el alemán Erich Fromm fue reconocido por sus grandes aportaciones al Derecho, la Sociología y el Sicoanálisis, pero fue en el análisis social y sicológico del concepto de libertad que encontró eco como unos de los grandes pensadores del siglo XX.

El oriundo de Frankfurt, en sus largos ensayos, escritos y libros determinó que sus intereses fueron direccionándose en una nueva definición en cuanto a la “ciencia de la libertad”, acercándose a un concepto que busca una personalidad equilibrada entre el caos cultural, las ideologías políticas y religiosas.

Catalogado como uno de los últimos filósofos de la sicología social, el teutón edificó una gran parte del pensamiento existencialista que representó una protesta contra la enajenación del hombre, su pérdida de sí mismo y su transformación en una “cosa”, con lo que configuró un movimiento contra la deshumanización y automatización del hombre que creó el desarrollo industrial occidental del siglo pasado.

Si hoy nos concediera una entrevista bien podría contestar de la siguiente manera.

—¿Qué es para usted la libertad?

—Creo en la libertad, en el derecho del hombre a ser él mismo, de afirmarse y de luchar contra todos aquellos que tratan de impedirle que sea él mismo. Pero la libertad es mucho más que la ausencia de opresión violenta. Es más que la “libertad de”: es la “libertad para”. La libertad para llegar a ser independiente; la libertad para ser mucho, en lugar de tener mucho o utilizar a las personas y las cosas (¿Tener o ser?FCE, 1976).

—¿El ser humano le tiene miedo a la libertad?

—El hombre medio busca refugio; trata de escapar de la libertad y busca seguridad en el regazo del gran Estado y la gran compañía. Si no podemos salir de esta desesperanza es posible que aún podamos sostenernos durante algún tiempo sobre la base de nuestra fuerza material, pero a la larga la perspectiva histórica estará condenada a la extinción física o espiritual (Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. FCE, 1976).

—Usted utilizó mucho en sus escritos la frase del “hombre nuevo”. ¿Se refería a un hombre libre?

—El hombre nuevo es aquel que se libera de la alienación de los objetos para constituirse como un sujeto pleno en su condición humana trascendental. Pero el hombre no trasciende a través de la racionalidad sino por medio del amor. El ser humano no está condicionado o determinado por su naturaleza o por las condiciones económicas propias de la sociedad ya que él puede liberarse trascendiendo sus pulsiones y su interés egoísta por poseer, a través de la relación amorosa con los otros (El arte de amar. Paidós, 2000).

—Para usted ¿existe un antagonismo entre libertad personal y ser un ente social?

—El problema de la libertad es un problema dialéctico entre la negación y la afirmación, que son necesarias ante cada elección y decisión en nuestras vidas. La relación con nosotros mismos y la relación con los otros trazan límites difusos entre el ser para mí y el ser para o por los otros. Cuánto de lo que soy depende de mi autoafirmación y cuánto depende de la negación que me impone la cultura y la sociedad para dejar de ser lo que soy y pasar a ser otro (El miedo a la libertad. Paidós, 1989).

—Entonces, ¿la naturaleza del ser humano es evitar la libertad?

—Buscamos evitar la libertad al fusionarnos con otros, volviéndonos parte de un sistema autoritario como la sociedad de la Edad Media. Hay dos formas de acercarse a esta postura: una es someterse al poder de los otros, volviéndose pasivo y complaciente. La otra es convertirse uno mismo en un autoritario. De cualquiera de las dos formas escapamos a una identidad separada (El arte de amar. Paidós, 2000).

Interacción

—¿Cómo podría definirnos la libertad espiritual que lucha contra la organización social que crea un Estado para convivir?

—Una persona será normal cuando haga un papel en la sociedad y será sana cuando alcance un grado óptimo de felicidad y de expansión. Sin embargo la persona social se encuentra en una situación de fantasía a cuyos valores no afecta la coyuntura del momento. Una vez que el individuo deja de permanecer ligado a los vínculos primarios tiene dos vías diferentes para enfrentarse al mundo, que corresponden a dos puntos de vista diferentes para analizar la libertad: la libertad positiva, consistente en estar en armonía con la naturaleza pero sin abandonar lo que hace al individuo independiente, y la libertad negativa, en la cual el individuo abandona su libertad y utiliza mecanismos que le ayudan a sentirse seguro y confiado, pero que le roban la libertad: estos mecanismos son el Estado y la democracia moderna (Ética y psicoanálisis. FCE, 2006).

—Durante sus estudios usted llegó a la conclusión de que los seres humanos a menudo sentimos un miedo profundo a asumir la libertad y cedemos nuestros derechos sobre ella…

—Los sentimientos de culpa y vergüenza que están en el origen del miedo a la libertad solo pueden trascenderse desarrollando lo mejor de uno mismo, lo que nos hace únicos, todo nuestro potencial humano: la capacidad de raciocinio, de producción y de amor. Hay tan solo una solución creadora posible que pueda fundamentar las relaciones entre el hombre individualizado y el mundo: su solidaridad activa con todos los hombres, y su actividad, trabajo y amor espontáneos, capaces de volverlo a unir con el mundo, no ya por medio de los vínculos sino salvando su carácter de individuo libre e independiente (Las cadenas de la ilusión. Paidós, 2008).

—Concluyo: ¿para usted cómo afecta a la libertad individual la relación con los otros, siendo que vivimos en sociedad?

—El dilema de la libertad es que cuando más gana el individuo en márgenes de autonomía, la posibilidad cada vez más cercana a la soledad y sobre todo a la soledad moral, que es la más grave, lo conduce a tener que decidir cuánto de su libertad está dispuesto a resignar para poder convivir con los demás individuos. La ambigüedad de la libertad radica en este juego dialéctico entre libertad positiva y libertad negativa, entendiendo la segunda como autolimitación a favor de la posibilidad del encuentro con los otros. La liberación es un rasgo instintivo que nos ata a una necesidad determinada (Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. FCE, 1976).

Erich Fromm nació en Frankfurt, Alemania, el 23 de marzo de 1900 y murió en Murallo, Suiza, el 10 de marzo de 1980. Se le considera uno de los líderes y principales exponentes del movimiento sicoanalítico del siglo XX. Estos intereses se remontan a su licenciatura en Sociología y Sicología, obtenida en Heidelberg en 1922. Al finalizar sus estudios ingresó en el Instituto de Psicoanálisis de Berlín y luego en el Institut für Sozialforschung de Frankfurt. En 1934 emigró a América por cuestiones raciales y vivió en Nueva York y en Cuernavaca, México. Fue profesor de prestigiosas universidades como New School, Yale y Columbia. En 1941 publicó El miedo a la libertad y posteriormente Ética y Psicoanálisis (1947), El lenguaje olvidado (1951) y un auténtico best seller internacional: El arte de amar (1956). Más tarde publicó La misión de Sigmund Freud (1959) y, en dura polémica con Konrad Lorenz, Anatomía de la destructividad humana (1975), a la que siguió ¿Tener o ser? (1976). Se le considera iniciador de la escuela culturalista sicoanalítica estadunidense, cuya metodología busca resolver la libertad del hombre moderno, que radica en el distanciamiento existente entre las estructuras sociales y el individuo.