“EJERCEMOS LA LIBERTAD, INCLUSO SIN DARNOS CUENTA”

Hector González
Columnas
Foto: Especial
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Fernando Escalante Gonzalbo dedica su vida al pensamiento y el análisis de la sociedad mexicana. Desde la trinchera de la academia y la escritura se ha convertido en un acucioso observador de la vida pública pero también de su injerencia en los individuos.

Con un estilo crítico que no sabe de concesiones ha estudiado desde sistemas como el neoliberalismo hasta hechos de relevancia nacional como la desaparición de los 43 normalistas en Iguala.

Esta ductilidad intelectual es, a decir del propio Escalante Gonzalbo, consecuencia de ejercer la libertad.

—¿La libertad existe o es una utopía?


—Nuestra capacidad para escoger y decidir entre opciones distintas es perfectamente real. La ejercemos permanentemente de manera cotidiana y en este sentido podríamos decir que su existencia es obvia. Sin embargo la idea de un orden real y tangible en donde existe una absoluta libertad de todos y para todo es por supuesto absurda; o mejor dicho: una utopía.

—¿Nuestra definición de libertad está condicionada por nuestra ideología?

—Sin duda ninguna. En un sentido trivial una definición de libertad podría ceñirse a nuestra capacidad para elegir. Pero si somos realistas ¿qué significado tiene eso?, ¿qué importancia tiene eso?, ¿bajo qué condiciones puede ejercerse?, ¿con qué límites? Todo eso es opinable y depende de la idea que cada quien se haga de la naturaleza humana, del orden social deseable. O sea, eso que por abreviar se puede llamar la ideología. Pero en un sentido es nuestra propia naturaleza individual lo que condiciona nuestra libertad.

—Los neurólogos dicen que la libertad no existe y que todo proviene del cerebro. ¿Cuál es su opinión?

—Es razonable pensar que todo lo que sucede tenga una causa. Es razonable pensar que lo que hacemos, lo que decimos y lo que decidimos tiene su origen en un impulso fisiológico. Pero es igualmente razonable asumir que el orden del mundo es indeterminado y que nuestras decisiones son indeterminadas: no obedecen a una causalidad mecánica susceptible de establecerse de antemano. Esa indeterminación es la libertad.

—¿Como sociedad y seres humanos de verdad queremos la libertad o al final le tenemos miedo?

—Cotidianamente ejercemos la libertad. Incluso sin darnos cuenta. Y en muchas cosas, en general, apreciamos la libertad y queremos más libertad: eso está a la vista en las movilizaciones a favor de la libertad de expresión o de la equidad de género. No obstante, y pese a que enarbolamos continuamente su necesidad e importancia, seguramente muy en el fondo también tenemos, como decía Fromm, “miedo a la libertad” en la medida en que implica responsabilidad.

—¿Cuál es el territorio donde usted se siente más libre?

—Me siento muy libre en mi vida cotidiana. En las decisiones que se refieren a mi vida cotidiana considero que la ejerzo a plenitud. Sin embargo, si lo pienso un poco, seguramente al leer es cuando me siento más libre.

—¿La libertad es más compatible con la felicidad o con la angustia?

—Es una bonita pregunta. Pienso que inevitablemente es compatible con las dos cosas, porque una implica a la otra. Sin incertidumbre, sin riesgo, sin duda, difícilmente hay felicidad.

—¿La libertad es una búsqueda colectiva o individual?

—Las dos cosas. Colectivamente queremos, y procuramos, un orden donde haya suficiente libertad. Individualmente, a la vez, cada quien trata de ampliar los márgenes de su capacidad para decidir y aprovecharlos.

—¿Cómo se plantea la libertad en México dentro de la 4T? ¿Peligra la libertad de expresión o de mercado?

—No creo que peligre la libertad en ningún sentido grave durante este periodo llamado la Cuarta Transformación. Desde luego la libertad de mercado es la que menos peligra. En cuanto a la libertad de expresión su defensa siempre depende de un precario equilibrio entre las convicciones de los dueños de medios de comunicación y sus intereses. Las amenazas resultarían de eso, en dado caso, no de la voluntad del presidente.

Fernando Escalante Gonzalbo (México, 1962) es sociólogo y profesor del Centro de Estudios Internacionales en El Colegio de México. Estudió Relaciones Internacionales y Sociología en El Colmex. Ha dado clases en la UNAM, el CIDE, la FLACSO, el ITAM, la Universidad de Chicago, el Instituto de Estudios Políticos de París y el Instituto Universitario Ortega y Gasset de Madrid. En su trabajo académico se ha ocupado sobre todo de la ciudadanía, la industria editorial y la vida pública, casi siempre a partir de lo que podría identificarse como una sociología de las representaciones sociales. Entre sus libros destacan: Así empezó todo: orígenes del neoliberalismo;De Iguala a Ayotzinapa. La escena y el crimen; Estampas de Liliput: bosquejos para una sociología de México, y El crimen como realidad y representación: contribución para una historia del presente.