“ALGÚN DÍA SABREMOS, O QUIZÁ NUNCA SEPAMOS, SI HEMOS SIDO LIBRES O NO”

Libertad Bajo Palabra con Jorge Luis Borges

Norberto Vázquez
Columnas
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Jorge Luis Borges es uno de los principales escritores en la historia de la literatura mundial: bibliotecario de profesión, se transformó con los años en una figura paradigmática global de las letras con obras que definieron los dilemas mayores de la raza humana.

Su fascinación por lo cosmopolita llevó a Borges a fundar mundos maravillosos en sus relatos como fórmula para cuestionar las diversas maneras en que el supuesto orden humano alcanza sus desiguales representaciones sociales, como la formación de sectas, de países, de fronteras…

Y de plano se salió de lo terrenal para llegar a la representación imaginaria de otros mundos: de allí el valor que el concepto de libertad alcanzó en su obra como elemento vital para uno de los grandes pensadores del siglo XX.

Si el escritor argentino nos concediera una entrevista, estas serían las respuestas del erudito, quien añoraba un mundo sin fronteras.

—¿Para usted qué es la libertad?

—Yo creo que el libre albedrío es una ilusión necesaria. En este momento me siento libre. Pero si usted me revela ahora que el momento en que yo dije ‘en este momento me siento libre’ yo no podía decir otra cosa, acepto que no existe el libre albedrío. Pero necesitamos esa convicción de algo, quizá falso, para escribir. Es decir, tenemos que pensar que elegimos. Y quizá la ética requiera que creamos en el libre albedrío porque, bueno, si nos mueven no podemos ser culpables, no merecemos, desde luego, castigos ni recompensas. Creo que el libre albedrío es una ilusión necesaria de cada instante, pero espontáneamente nosotros tomamos esa decisión, en cada momento, más allá de discusiones abstractas. Es decir, nosotros nos sentimos libres y quizá baste con ese sentimiento de libertad. Y algún día sabremos, o quizá nunca sepamos, si hemos sido libres o no (conversación entre Jorge Luis Borges y el público presente en el auditorio de la Universidad de Eseade, Buenos Aires, Argentina, el 23 de septiembre de 1985).

—En sus textos usted pone mucho énfasis en un mundo libre. ¿Por qué?

—Mi padre era anarquista. Él me dijo que me fijara en las banderas, en las fronteras, en los distintos colores de los diversos países de los mapas, en los uniformes, en las iglesias, porque todo eso iba a desaparecer cuando el planeta fuera uno y hubiera simplemente un gobierno municipal o policial, o quizá ninguno si la gente fuera suficientemente civilizada y consciente de su libertad. Él creía que esa utopía estaba esperándonos; ahora no se nota ningún síntoma, pero quizás a la larga tenga razón (Cuadernos de pensamiento político de Borges, Buenos Aires, Argentina, julio de 2011).

—¿Las dictaduras oprimen las libertades humanas?

—Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, muros exornados de nombres, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez. Combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor: eso es sinónimo de libertad (El País, Madrid, marzo de 1981).

—¿Qué tanto ha influido el concepto de libertad en su vida personal?

—Uno siente que el Universo responde a un dibujo. Las cosas no son absolutamente arbitrarias: hay cuatro estaciones, nuestra vida va pasando por etapas: nacimiento, niñez, juventud... Podrían ser indicios de que hay una trama, de que este mundo no es caótico sino laberíntico. Es como el libre albedrío. Posiblemente no exista, pero uno no puede pensar que en este momento no es libre, ¿no? Si me dicen que todo mi pasado ha sido fatal, ha sido obligatorio, no me importa; pero si me dicen que yo, en este momento, no puedo obrar con libertad, me desespero (Borges verbal, Buenos Aires, Emecé Editores, junio de 1999).

Símbolos

—¿Un escritor siempre debe promover la libertad?

—Cuando yo era joven creía en la expresión. Había leído a Croce —Benedetto Croce fue un crítico e historiador liberal influido por Friedrich Hegel— y la lectura de Croce no me hizo ningún bien. Yo quería expresarlo todo. Pensaba, por ejemplo, que si necesitaba un atardecer podía encontrar la palabra exacta para un atardecer; o mejor, la metáfora más sorprendente. Ahora he llegado a la conclusión, y esta conclusión puede parecer triste, de que ya no creo en la expresión. Solo creo en la libertad de promover la alusión. Después de todo, ¿qué son las palabras? Las palabras son símbolos para recuerdos compartidos. Pienso que solo podemos aludir, solo podemos intentar que el lector imagine. Al lector, si es lo bastante despierto, puede bastar nuestra simple alusión (Jorge Luis Borges y la libertad individual, Madrid, diciembre de 2013).

—¿Qué papel han jugado los políticos para crear Estados libres?

—Creo que ningún político puede ser una persona totalmente sincera. Menos busca la libertad de su pueblo. Un político está buscando siempre electores y dice lo que esperan que diga. En el caso de un discurso político los que opinan son los oyentes, más que el orador. El orador es una especie de espejo o eco de lo que los demás piensan. Si no es así, fracasa. Yo diría que los políticos vendrían a ser los últimos plagiarios, los últimos discípulos de los escritores. Pero generalmente con un siglo de atraso: de modo que los políticos serían lectores retrasados, lectores anticuados, lectores de viejas bibliotecas (En Diálogo II, Buenos Aires, editorial Sudamericana, marzo de 1998).

—¿Cómo percibe al mundo del siglo XXI en términos libertarios?

—Desdichadamente para los hombres, el planeta ha sido parcelado en países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de una mitología particular, de derechos, de agravios, de fronteras, de banderas, de escudos y de mapas. Mientras dure este arbitrario estado de cosas serán inevitables las guerras y se verán coartadas las libertades de los hombres. Soy un cosmopolita que atraviesa fronteras porque no me gustan (El otro Borges, Buenos Aires, editorial Equis, agosto de 1997).

Perfil

Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires, Argentina, el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra, Suiza, el 14 de junio de 1986. Poeta, ensayista y escritor. En la década de 1930, a causa de una herida en la cabeza, comenzó a perder la visión hasta quedar completamente ciego. A pesar de ello trabajó en la Biblioteca Nacional de Argentina (1938-1947) y llegó a convertirse en su director (1955-1973). A lo largo de toda su producción Borges creó un mundo fantástico, metafísico y totalmente subjetivo. Su obra, exigente con el lector y de no fácil comprensión debido a la simbología personal del autor, ha despertado la admiración de numerosos escritores y críticos literarios de todo el mundo. Las obras claves de su bibliografía son Historia universal de la infamia (1935), El Jardín de senderos que se bifurcan (1941), Ficciones (1944), El Aleph (1949), El hacedor (1960). El informe de Brodie (1970) y El libro de arena (1976). Recibió importantes distinciones de las más prestigiosas universidades y de varios gobiernos extranjeros, además de numerosos premios, entre ellos el Formentor en 1961 y el Miguel de Cervantes en 1979.