“EL AMOR A LA LIBERTAD VIVE EN EL CORAZÓN DEL GÉNERO HUMANO”

El derecho a la propiedad es una de las libertades primarias del hombre, libertades que son el objeto y el fin de nuestras instituciones.

Antonio Caporal
Columnas
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Ignacio Manuel Altamirano fue sin duda uno de los principales intelectuales en la etapa de la Historia de México conocida como la República Restaurada, es decir, el periodo que abarca los gobiernos de Benito Juárez (1867 a 1872) y de Sebastián Lerdo de Tejada (1872 a 1876).

Fue magistrado de la Suprema Corte de Justicia, diputado por el estado de Guerrero, militar del bando de los liberales en su lucha contra los conservadores y el imperio francés, abogado, escritor, maestro, diplomático y un firme creyente de las libertades.

Como diputado en innumerables ocasiones subió a la tribuna a defender todo tipo de libertades; reprochó los abusos del poder y exigió rendición de cuentas lo mismo a sus colegas legisladores que a los gobernantes conservadores.

Y en el terreno periodístico fue uno de los grandes defensores de la libertad de expresión: cuando Antonio López de Santa Anna regresó a gobernar México en febrero de 1853 y fue nombrado “Su Alteza Serenísima” exigió contar con facultades extraordinarias que pronto desembocaron en un sistema totalitario. Una de las primeras decisiones del dictador fue enviar a la cárcel a Altamirano, acusándolo de violar la Ley de Imprenta.

“¿Y la prensa? Encadenada, sin poder revelar todo este autoritarismo; sin poder iluminar al gobierno; sin poder censurar sus actos, que es la gran garantía de los países libres”, lamentó el periodista, cuyas reflexiones sobre las libertades siguen vigentes hoy (intervención en la sesión de la Cámara de Diputados del 7 de septiembre de 1861).

Esta es una entrevista a través del tiempo.

—¿Es importante poder revisar los actos del Ejecutivo?

—Ojalá pudiéramos revisar todos los actos del Ejecutivo para aprobarlos o reprobarlos. Estoy seguro de que se remediaría mucho y que marcharíamos mucho mejor. En mi humilde opinión no siempre el Ejecutivo ha hecho buen uso de las facultades con que se halla investido y bastantes veces ese poder discrecional ha sido en sus manos lo que una espada en manos de un loco (intervención en la sesión de la Cámara de Diputados del 27 de julio de 1861).

—¿Y qué le dice a los diputados?

—No olvidéis, ciudadanos diputados todos, que los legisladores deben ser, antes que todo, serenos. Como los dioses de que habla el gran poeta Lucrecio, deben vivir en una región a la que no lleguen ni la blasfemia de la ira ni el incienso de la adulación. No deben conducirse sino por la senda de la verdad y la justicia (intervención en la sesión de la Cámara de Diputados del 17 de mayo de 1881).

Democracia

—¿Debemos luchar por ser un país demócrata?

—Queriendo ser demócrata, cuánto ha sufrido el pueblo mexicano. Qué sacrificios los suyos. El pueblo ha sacrificado su dignidad soberana por muchos siglos, las ardientes lágrimas de su vergüenza y después sus intereses más preciosos y sus más heroicos hijos. ¿Y por qué tanta lucha? Porque en todos los países, y también en el nuestro, el elemento tiránico y teocrático ha estado en pugna con el elemento liberal, con la obstinación y constancia, como el dios del bien y el dios del mal de los antiguos maniqueos (discurso ofrecido en el Teatro Nacional el 15 de septiembre de 1861).

—La democracia por un lado y las garantías individuales por otro. ¿Qué nos dice del derecho a la propiedad, por ejemplo?

—Yo soy tan respetuoso de la propiedad grande como de la propiedad pequeña y mi profundo respeto a la Constitución no tiene grados ni tiene tarifas: respeto lo mismo el centavo del pobre que el millón del rico, porque los dos están garantizados por el sagrado derecho a la propiedad. Este derecho es uno de los fundamentales, porque es una de las libertades primarias del hombre, libertades que son el objeto y el fin de nuestras instituciones (intervención en la sesión de la Cámara de Diputados del 16 de mayo de 1861).

—¿Qué nos dice de la importancia de ser un país libre, un país independiente?

—Aquí no se trata de ensalzar a tal o cual medio político, a tal o cual mezquina personalidad; aquí se enaltece el gran principio de la soberanía nacional; y por diversas que puedan ser nuestras opiniones en política el amor de la patria, al honor nacional, a la independencia y la libertad del país, es un sentimiento general al cual todo el mundo está dispuesto a sacrificar hasta la última gota de sangre (discurso ofrecido en el Teatro Nacional el 15 de septiembre de 1861).

—¿Qué es para usted la libertad?

—¡Oh, la libertad! La libertad es anterior al cristianismo, porque la libertad ha nacido con el hombre, porque el amor a la libertad vive en el corazón del género humano y allí se agita en continua ebullición, como el fuego en el centro de la Tierra. Fuimos libres al fin, pero ya lo veis: antes de serlo todavía se necesitaron otros mártires. Porque ese es el fatalismo que acompaña a los defensores de la libertad, como a todos los iniciadores de una grandiosa idea, ¡el martirio! (discurso ofrecido en el Teatro Nacional el 15 de septiembre de 1861).

Perfil

Ignacio Manuel Altamirano nació en Tuxtla, Guerrero, en 1834. Estudió Derecho en el Colegio de San Juan de Letrán. Participó en el Plan de Ayutla y en la Guerra de Reforma luchó con el Ejército Liberal contra los conservadores. Fue diputado en el Congreso de la Unión, magistrado en la Suprema Corte de Justicia, oficial mayor en el Ministerio de Fomento y cónsul en Barcelona, España, y en París, Francia. Fundó El Correo de México y El Renacimiento, periódicos de ideas liberales. Escribió las novelas Clemencia, Julia, La navidad en las montañas y El Zarco.