LAS LECCIONES DE LA PANDEMIA DEPENDEN DE NUESTRA CONCIENCIA DE LIBERTAD

Los muros o calificar a la pandemia como una guerra obedecen a un análisis equivocado y que ataca directamente a la libertad.

Hector González
Columnas
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Héctor González

La pandemia ha puesto en jaque al ser humano en lo individual y lo colectivo. La posible instauración de sistemas de control como los que se empiezan a implementar en China atenta directamente contra nuestra libertad, como también sucede con los muros y los cierres de fronteras.

Ante ello, advierte el filósofo y politólogo español Daniel Innerarity (1959), ahora más que nunca se debe apelar a instituciones fuertes y una mayor responsabilidad social.

—¿A partir de una experiencia como el confinamiento cambia nuestra noción de libertad?

—Desde luego. Pero no solo perdemos libertad: también dañamos mucho al sistema. Nuestras economías funcionan mediante aceleración, oferta y demanda, y nunca habíamos enfrentado algo como esto. La crisis de 2008 implicó desaceleración y recesión, pero un parón de esta dimensión es inédito.

—¿La pandemia golpea o fortalece al capitalismo?

—Ahora muchos ponen atención en el sistema de control chino. Sirve para calcular la temperatura y descubrir nuestra exposición al coronavirus, pero también puede ser una tentación para muchos gobernantes en Occidente, porque restringe la libertad de los ciudadanos. Por otro lado las crisis por sí mismas suponen una subversión total del orden dominante. Todavía es muy pronto para hablar de lo que sucederá, pero corremos el riesgo de un capitalismo más autoritario.

—¿Aprenderemos a valorar más la libertad?

—La pandemia sin duda nos da lecciones, pero el aprendizaje es personal y depende de nuestra conciencia de libertad. Ahora mismo estamos ante un desafío a nuestra inteligencia que nos deberá llevar a comprender bien lo que ha pasado. Veremos el tamaño de nuestra voluntad, porque tendremos que sacar la fuerza necesaria para reformular las instituciones en la dirección correcta. A lo largo de la historia de la humanidad no son pocos los ejemplos de oportunidades que hemos dejado pasar después de una crisis profunda. Me parece que lo más difícil será recuperar la confianza, que por cierto ya estaba en unos niveles muy bajos a nivel gubernamental e institucional. Creo que veremos una desconfianza interpersonal en las relaciones humanas. Nos costará dejar de ver al otro como un potencial elemento de contagio.

Desigualdad

—¿El buen o mal manejo que hagan los gobiernos tendrá repercusiones en nuestras democracias?

—Esta crisis pone a prueba nuestra sicología individual, la estabilidad de los núcleos familiares y la resistencia de las instituciones democráticas. No menos relevante ha sido comprobar cómo este virus ha revalorizado tres cosas que los líderes populistas despreciaron: primero, el saber de los expertos, los científicos han adquirido un papel muy relevante en las asesorías, recordemos el discurso anticientífico de Trump; segundo, el valor de las instituciones, donde incluyo a los sistemas de salud y a la inteligencia colectiva articulada en torno de la cultura de procedimiento y protocolos; y tercero, la idea de la comunidad global: hoy todos los Estados están expuestos al mismo virus. Los muros o calificar a la pandemia como una guerra obedecen a un análisis equivocado y que ataca directamente a la libertad.

—La soberanía de la desesperación, le llama Byung-Chul Han…

—Efectivamente, vemos un repliegue doméstico, pero también político con el cierre de fronteras y vuelos. El enclaustramiento es apenas un momento del combate al virus; cuando esto pase deberemos replantearnos qué tipo de espacios abiertos construiremos. El futuro del mundo debe ser abierto en términos geográficos y políticos. Hoy, como pocas veces, sabemos que estamos en un mundo común y necesitamos instituciones acordes. La Organización Mundial de la Salud trabaja con un presupuesto ridículo. En Europa las instancias continentales no tienen fuerza en términos sanitarios. El repliegue no debe sustituir nuestra idea de vivir en comunidad.

—Veremos cambios definitivos a nivel individual y social…

—Me parece impostergable la necesidad de repensar los sistemas sanitarios. La crisis nos afecta a todos más o menos por igual, pero el efecto final depende del tipo de instituciones que se tienen, de su calidad y de su universalidad de protección. A nivel individual nuestra sicología estaba armada de tal manera que pasábamos poco tiempo en casa. Esto supone que uno tiene un espacio y tiempo para la intimidad y el afecto; un espacio para la indiferencia que pueden ser los sitios abiertos; y un tercer espacio para el conflicto, que puede ser el trabajo. ¿La casa es realmente el lugar donde “se supone” reina el afecto? Para muchas personas y particularmente para muchas mujeres no es así, incluso es lo contrario: un sitio donde viven amenazadas. Para nuestros hijos e hijas las escuelas son resquicios de igualdad donde todos tienen los mismos pupitres y las mismas responsabilidades; en cambio la casa acentúa la desigualdad. La idea del home office es muy bonita, pero profundiza la desigualdad ya que son pocos quienes tienen la posibilidad de hacerlo. En fin, creo que el proceso de convalecencia posterior a la enfermedad será más complejo de lo que pensamos.

RECUADRO

Perfil

Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política y Social, investigador en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Ha sido profesor invitado en el Robert Schuman Centre for Advanced Studies del Instituto Europeo de Florencia, la Universidad de la Sorbona (París I), la London School of Economics and Political Science, la Maison des Sciences de l’Homme en París, la Universidad de Georgetown o el Max Planck Institute de Heidelberg. Entre sus libros destacan Un mundo de todos y de nadie; La democracia del conocimiento, Premio Euskadi de Ensayo 2012; La humanidad amenazada: gobernar los riesgos globales (con Javier Solana); El futuro y sus enemigos; El nuevo espacio público; La sociedad invisible, Premio Espasa de Ensayo 2004; La transformación de la política, III Premio de Ensayo Miguel de Unamuno y Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Ensayo 2003; Ética de la hospitalidad, Premio de la Sociedad Alpina de Filosofía 2011 al mejor libro de filosofía en lengua francesa; La política en tiempos de indignación (2015); La Democracia en Europa (2017), y Política para perplejos (2019), Premio Euskadi de Ensayo 2019.