Más que considerarla una nota chusca o anecdótica los mexicanos debemos estar preocupados por el conflicto que se vive en Morena respecto de la elección para su dirigencia nacional.
No es cualquier cosa: es el partido en el poder, el partido que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la silla presidencial, el que tiene la mayoría en el Congreso con 251 diputados, pero su proceso interno se está convirtiendo en un verdadero desgarriate.
La importancia radica no solo en la aplastante mayoría con la que llegaron al poder sino además en las dificultades evidentes que tienen para dejar de ser el “movimiento del presidente” y convertirse en un partido cohesionado que sepa dar cauce al mandato popular ganado en las urnas.
Hoy la elección interna de Morena es el espectáculo puro y duro de la lucha por el poder entre radicales contra moderados, todos esos a los que arropó el partido para llegar a la Presidencia, pero que hoy pueden despedazarse en la disputa por los cargos y los puestos de poder. Es gravísimo.
Igualmente grave es que la autoridad electoral haya determinado que el método para dirimir las disputas internas de Morena sea una encuesta. ¿Una encuesta decidirá el proceso interno del partido mayoritario y más poderoso del país?
La otra interrogante que plantea este asunto es si de verdad el presidente querrá dejar de la mano de Dios a su partido. Yo creo que no y que es necesario que López Obrador ponga orden, no decidiendo quién será el nuevo dirigente pero sí llamando a recuperar los preceptos que cohesionaron en su momento a tantas y tan diversas fuerzas al interior del partido.
La otra consulta
Y justo antes de vencerse el plazo 43 senadores de partidos de oposición presentaron una solicitud de consulta con la siguiente pregunta: “¿Está usted de acuerdo en que el gobierno federal otorgue un apoyo económico a los trabajadores formales e informales que pierdan su trabajo o disminuyan sus ingresos por una crisis, como la originada por la contingencia sanitaria del Covid-19?”
Muy bien por los senadores, que ante la negativa del gobierno federal para apoyar a los sectores productivos del país rebasan por la izquierda al presidente y con sus mismos métodos proponen cosas de beneficio real para todo el país en estos momentos de crisis generalizada.
Con propuestas de este tipo no todo parece estar perdido para la oposición en este país.
Estilo mata carita...
Quien hoy está en el ojo del huracán es Rosario Ibarra, la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a quien le parece más importante salir a aclarar públicamente que come arroz y frijoles en lugar de pronunciarse, por ejemplo, por la impunidad en asesinatos de periodistas o por los alarmantes índices de violencia en todo el país. Nada parece indicar que “doña Rosario” vaya a dejar de estar en la mira de la oposición, que ya pide su dimisión inmediata por estas y otras omisiones durante su corta gestión.