La repentina aparición pública del líder supremo de Irán, el ayatola Ali Jamenei, más allá de erradicar especulaciones sobre su estado de salud busca fortalecer las negociaciones que su país sostiene con Occidente sobre su programa nuclear.
En las próximas semanas, después de años de estancamiento, los representantes del Grupo 5+1 (Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania) podrían alcanzar un acuerdo histórico con Irán para frenar su desarrollo nuclear.
A pesar del provocador discurso ante el Congreso de Estados Unidos por parte del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, la agenda de armas nucleares va más allá de Irán y está lejos de ser resuelta: aunque Netanyahu aseguró que el acuerdo con Irán pondría al mundo bajo la sombra de la guerra nuclear, el pacto con ese país no es solo necesario para alcanzar un equilibrio de poderes sino determinante en el futuro geopolítico de Oriente Medio.
El mensaje de Netanyahu debe examinarse en el marco de los comicios que se celebrarán en Israel el próximo 17 de marzo. Aun cuando la amenaza iraní sea un eje fundamental de su campaña, al inyectar sus aspiraciones electorales al escenario de la política exterior de EU el premier israelí tensa las relaciones bilaterales y contribuye a profundizar la división en el sistema político estadunidense.
Las negociaciones establecen que a cambio de la suspensión de las sanciones económicas que Occidente mantiene sobre Teherán, Irán no podrá desarrollar su tecnología nuclear más allá del nivel actual. También permitirá las inspecciones intrusivas para evitar sospechas de su eventual uso bélico durante un periodo de diez años. Ambas partes prevén alcanzar un acuerdo antes de finales de marzo.
Estrategias
Aunque Netanyahu está equivocado sobre detener el acuerdo con Irán, tiene razón al preocuparse por la amenaza nuclear: incluso si Irán conserva la capacidad para producir uranio enriquecido y podría producir un arma nuclear en no menos de un año, lograr un pacto con Teherán es mejor que mantener el status quo.
Por otra parte, no ha habido ningún intento de reducir el papel del armamento nuclear en las políticas de seguridad de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, a pesar de sus compromisos en virtud del Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares. Tan solo en Rusia el presupuesto de defensa aumentó 50% desde 2007, del cual destina un tercio al armamento nuclear. Incluso el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, solicitó al Congreso la aprobación de un presupuesto de 350 mil millones de dólares para llevar a cabo un programa de diez años para la modernización del arsenal nuclear de Estados Unidos.
Si las armas nucleares proliferan en Irán, Arabia Saudita o Egipto estos países se unirían a Israel en las filas de las potencias nucleares, pero tendrían que gestionar un nuevo equilibrio para evitar la destrucción mutua. A su vez, la amenaza del grupo Estado Islámico en Oriente Medio hace de este acuerdo uno de vital importancia. Aunque el gobierno de Hasán Rouhaní está involucrado en el combate contra el Estado Islámico en Irak y Siria, Irán no participa en la estrategia de estabilización de la coalición internacional liderada por EU.
En este contexto, las exigencias de Netanyahu ante un Congreso que desafía lo que podría ser el último logro del mandatario estadunidense ponen en juego la reconfiguración de toda la región: aun cuando las negociaciones se han infectado por la desconfianza y la rivalidad, las alianzas incómodas parecen ser la mejor opción para todos los jugadores en el tablero.