ERA CUESTIÓN DE TIEMPO

Todo indica que la humanidad no está dispuesta a enfrentar amenazas globales de manera conjunta.

Lucy Bravo
Columnas
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AP

Comenzó con algunos casos de lo que parecía una neumonía. Hoy se sabe que se trata de una nueva cepa del coronavirus llamada 2019-nCoV y que deja ya más de 500 personas contagiadas, así como 17 muertas: el 22 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) no llegó a declarar un brote de “emergencia de salud pública de interés internacional”, pero probablemente sea solo una cuestión de tiempo.

La rápida propagación del 2019-nCoV ahora desata todas las alarmas. Y no es para menos. El nuevo virus es un pariente cercano del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo), que surgió en China en 2002 y aterrorizó al mundo durante más de medio año antes de ser controlado; 800 personas murieron y más de ocho mil fueron contagiadas a causa de este virus que dejó a su paso hasta 100 mil millones de dólares en daños económicos a escala mundial.

Muchos de los aspectos fundamentales del brote todavía no tienen respuesta y el comité de expertos de la OMS debe operar con importantes incógnitas. Se cree que las primeras personas infectadas la contrajeron en un mercado en Wuhan, China, que vendía carne, pescado y animales vivos. Sin embargo los investigadores no saben aún qué animal podría haber portado el virus ni cuán contagioso es. A su vez el proceso para encontrar un tratamiento antiviral adecuado y posteriormente una vacuna aprobada puede llevar meses, incluso años.

Por ello es inevitable preguntarnos si el mundo realmente está preparado para una epidemia internacional. Con suerte la experiencia ha enseñado a los expertos en prevención y control de enfermedades cómo lidiar mejor con nuevas cepas. Lo crítico es el tiempo de respuesta. Recordemos que en el caso del virus del SARS, China mantuvo el brote oculto del mundo durante unos tres meses, obstaculizando el trabajo para contener la propagación más rápidamente.

Lección

Por lo pronto en el país asiático los cubrebocas se agotan rápidamente mientras se realizan cada vez más controles en los aeropuertos y medios de transporte público. Las ciudades de Wuhan (once millones de habitantes), Huanggang (seis millones) y Chibi (500 mil) fueron puestas en cuarentena dos días antes del festival del Año Nuevo Lunar, fecha que normalmente atrae a más de 400 millones de personas a China. Aún está por verse si esta y otras medidas son suficientes para contener el virus.

El brote también pone a prueba el liderazgo de Xi Jinping y la inclinación del partido a mantener en secreto los momentos de crisis. El mandatario chino trata de expandir la influencia global de su país y demostrar que Beijing puede manejar una crisis de salud pública como una potencia mundial responsable.

Sin embargo la lección más profunda de este nuevo virus tendría que ser un enfoque geopolítico que parece haber pasado de moda: el multilateralismo. La mala noticia es que todo parece indicar que los seres humanos no están dispuestos a enfrentar las amenazas globales de manera conjunta. Mucha tinta se ha vertido para advertir, por ejemplo, sobre las consecuencias del cambio climático y a pesar de los desastres naturales cada vez más devastadores el tiempo sigue corriendo. Desafortunadamente las secuelas vienen después.