EL 8M UNA PANDEMIA DESPUÉS

Lucy Bravo
Columnas
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Ha pasado un año ya del histórico Día Internacional de la Mujer en que miles de mujeres inundaron de morado las calles para protestar contra la violencia de género que recorre impunemente cada rincón de nuestro territorio. El ahora distante recuerdo de las voces, los gritos, el paso firme y los puños alzados contra el machismo en al menos 60 ciudades de las 32 entidades del país aún me eriza la piel: fue un momento profundamente catártico para las mujeres y donde al menos por un día, por una tarde, volvimos a sentir esperanza.

Después vino el silencio. En otro gesto histórico miles de mexicanas participaron de un paro nacional. Una acción en la que las mujeres optaron por volverse invisibles, por dejar vacíos esos espacios que tanto ha costado conquistar para que todos voltearan la mirada a esta herida abierta que no nos deja avanzar como sociedad. Bien decía Eduardo Galeano: “Para no ser mudos hay que empezar por no ser sordos”. Y no hay nada más estridente que el vacío.

Sin embargo ocurrió lo inimaginable: tres días después se declaró la pandemia por coronavirus que provoca la enfermedad de Covid-19 a escala mundial. Y toda esa inercia se detuvo en un parpadeo. De pronto las preocupaciones cambiaron por completo. Desafortunadamente la violencia no.

Según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, México cerró 2020 con tres mil 730 muertes violentas de mujeres, sumando feminicidios y homicidios dolosos. Es una cifra casi igual a la del año anterior, cuando no había pandemia y la cifra fue de tres mil 811. Esto quiere decir que solo poco más de 900 de estos casos se tipificaron como feminicidios, cuando hay miles de homicidios dolosos contra mujeres. Lo que claramente apunta a una necesidad de una mayor armonización de la tipificación de estos delitos. Y eso sin contar la cifra negra de mujeres desaparecidas.

Atrapadas

A esto se suman las 220 mil carpetas de investigación por violencia familiar. Es decir, que se integraron en promedio 603 al día o 25 cada hora. Esto representa el número más alto de que se tenga registro para este delito. Las cifras las conocemos todos y las repetimos casi adormecidos a su significado: cada día diez mujeres son asesinadas, 49 son violadas y siete pequeñas no regresan a casa.

Pero este es un flagelo a escala mundial. Y la otra pandemia, la de la violencia contra las mujeres, nunca se detuvo. De hecho la Organización de Naciones Unidas advirtió que la violencia doméstica contra la mujer aumentó en 60% desde que comenzó el confinamiento. Millones de mujeres y niñas quedaron atrapadas con sus agresores y toda esa violencia pasó a un segundo plano frente a una enfermedad que cobra tantas vidas.

A su vez la pandemia provoca que miles de mujeres asuman triples o cuádruples cargas de trabajo, haciéndose cargo de sus empleos remunerados, de las labores del hogar, el cuidado de hijos, familiares y de la enseñanza de los pequeños. Por otro lado millones de niñas también han tenido que abandonar sus estudios para apoyar a su familia.

El reto es enorme y cada país, cada latitud es un microcosmos que tendrá que sortear las dos tragedias: el Covid-19 y la violencia contra las mujeres. Sin duda, México no está solo en la encrucijada pero la realidad es ineluctable. Y aunque este 8 de marzo las calles luzcan muy distintas a aquellas ocupadas por legiones violetas de hace un año el movimiento feminista es más necesario que nunca.

Lexema En la mitología griega Hades raptó a Perséfone, diosa de la primavera, para llevarla consigo a las profundidades del Inframundo. En ese momento las flores entristecieron y murieron. No fue hasta su regreso que volvieron a florecer y con ello nacieron las estaciones del año. Desde entonces el destino de la mujer parece estar marcado por su paso por los infiernos, pero cada vez son más las jacarandas.