EL CEMENTERIO DE IMPERIOS

Lucy Bravo
Columnas
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Existe un viejo dicho talibán que dice: “Ustedes tienen todos los relojes, pero nosotros tenemos todo el tiempo”, refiriéndose a su estrategia para vencer a las fuerzas extranjeras que encabeza Estados Unidos que invadieron Afganistán desde 2001: agotar la paciencia de Occidente.

Y no hay muestra más clara de que tenían razón que la bandera del Talibán que estará ondeando nuevamente en Kabul, capital afgana, en el 20 aniversario del atentado en contra de las Torres Gemelas el próximo 11 de septiembre.

La historia de Afganistán es la historia de un cementerio de imperios; de un eterno campo de batalla; de los conflictos tribales; del colonialismo; de las guerras civiles; del intervencionismo occidental y del terrorismo islámico. Tan solo en 2020 Afganistán fue el país con el mayor número de atentados terroristas, llegando a registrar hasta tres ataques por semana. Hoy 70% de la población afgana tiene menos de 25 años y la lucha armada no se detiene desde la invasión soviética en 1979. Los afganos solo han conocido la guerra. Pero al parecer su periodo más siniestro apenas comienza.

Luego de 20 años, más de 2.26 billones de dólares y alrededor de 240 mil muertes la guerra en Afganistán encabezada por EU no puede considerarse más que un fracaso. Tan solo en el primer día de lo que los talibanes llaman el Emirato Islámico de Afganistán el mundo vio a Kabul, una bulliciosa metrópolis de seis millones, convertirse en una pesadilla. Las imágenes demenciales de los ciudadanos afganos aferrados al fuselaje de un avión militar estadunidense mientras despegaba con tal de escapar del Talibán quedarán por siempre en nuestra memoria como un recordatorio de uno de los mayores fiascos del mundo occidental.

A esto hay que sumarle los más de seis millones de refugiados que tuvieron que abandonar sus hogares por el conflicto bélico. Y por si fuera poco los principales beneficiarios de la inversión estadunidense de 83 mil millones de dólares en equipamiento y armas para las fuerzas de seguridad afganas resultaron ser los talibanes, mismos que hoy patrullan las calles de Afganistán en busca de todos aquellos que apoyaron a EU y fueron abandonados.

Ignorancia

El presidente estadunidense Joe Biden defendió su pésima decisión. Pero seamos honestos: no tenía opción. La rapidez y facilidad del avance de los talibanes para retomar en semanas un país en el que EU y la comunidad internacional invirtió 20 años solo confirma el declive del imperio yanqui en el tablero internacional. Sin mencionar que esto le costará la presidencia a los demócratas.

Su salida de Afganistán puede satisfacer a los ciudadanos estadunidenses cansados del conflicto, pero ante los ojos del mundo EU ya no es un aliado confiable. Porque al igual que sucede en otras partes del mundo el gobierno estadunidense pudo haber mantenido una presencia mínima en el país de Asia central hasta terminar un periodo de transición.

A su vez, el rápido ascenso al poder de este grupo guerrillero extremista solo comprueba que las instituciones militares y gubernamentales afganas que EU ayudó a construir eran de papel. Eso se debe a que la misión estaba destinada al fracaso desde el principio. Tratar de convertir Afganistán en un Estado unitario y centralizado solo demuestra una profunda ignorancia de la realidad que vive esta región del mundo. La difícil topografía, la complejidad étnica y las lealtades tribales generan una fragmentación política perpetua. Los afganos simplemente no se iban a sentir representados nunca por estas instituciones encabezadas por señores de la guerra que muchos señalan como profundamente corruptos.

Hoy el Talibán asegura no ser el mismo de antes. Promete, por ejemplo, amnistía a los que lucharon contra ellos y respeto hacia los derechos de las mujeres. Pero una vez que los reflectores se desvíen a otro lado lo más probable es que su terrible régimen vuelva a sus tácticas medievales de siempre.

Y el único mensaje que nos queda dos décadas después es que el mundo está dispuesto a tolerar a un grupo extremista como el Talibán siempre y cuando no lleven a cabo atrocidades en países occidentales.

Lexema John F. Kennedy decía que la victoria tiene mil padres, pero la derrota es huérfana. Sin embargo, en esta, como en todas las otras guerras sin sentido, son muchos los responsables que desafortunadamente nunca conocerán el terror que ellos mismos desataron.