EL PEQUEÑO GRAN GESTO DE BIDEN

Lucy Bravo
Columnas
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Con un juramento de 35 palabras que no ha cambiado en más de 200 años Joe Biden se convirtió en el presidente número 46 de Estados Unidos. Pero su investidura fue todo menos tradicional: en medio de una movilización militar sin precedente, un Capitolio amurallado y una pandemia que cobra ya más de 400 mil vidas estadunidenses, el demócrata hereda un país en crisis.

El tradicional desfile por la avenida Pensilvania y eventos de gala se reemplazaron por reuniones virtuales. La ceremonia que normalmente contaría con más de 200 mil asistentes se redujo a solo mil. Y entre las ausencias hubo una bastante notoria: Donald Trump. El republicano no solo rompió con más de 150 años de tradición al no asistir sino que quiso robar el reflector y organizó una despedida alterna con ceremonia militar y todo a solo 18 kilómetros del Capitolio.

Sin embargo todo parece indicar que habrá Trump para rato. Entre el juicio político en su contra aún pendiente en el Senado; las múltiples batallas legales que le esperan después de dejar atrás la cómoda inmunidad de la Casa Blanca, y su posible campaña presidencial para 2024, el republicano no irá a ningún lado. Ya hasta habla de crear un nuevo partido político.

Pero el nuevo mandatario tampoco pierde tiempo. En una ceremonia cargada de simbolismos Biden quiso enviar un mensaje claro de la fortaleza de las instituciones. ¿Era estrictamente necesario llevar a cabo el evento? No. Pero no hacerlo hubiera sido devastador para una nación en búsqueda de significado. Y es aquí donde yace el mayor reto para el demócrata, quien no puede darse el lujo de gobernar business as usual.

Medidas

Por lo pronto su gestión parece comenzar con el pie derecho. Fiel a sus promesas desde el día uno Biden firmó una serie de acciones ejecutivas cuyo mensaje es claro: reconstruir. Ya reincorporó a EU al Acuerdo de París y la Organización Mundial de la Salud, detuvo las restricciones de viaje impuestas a países musulmanes bajo el gobierno de Trump, decretó el uso obligatorio de cubrebocas en espacios federales y restringió los desalojos a raíz de la crisis económica.

Pero quizá lo más relevante fue la cantidad de gestos hacia la comunidad latina. La primera de sus órdenes ejecutivas fue detener la construcción del muro fronterizo. También restauró las protecciones a los dreamers, es decir, aquellos migrantes que fueron llevados a EU de pequeños; y detuvo el bloqueo de recursos federales a las ciudades santuario. A esto se suma la propuesta de reforma migratoria que enviará al Congreso y la cual otorgaría la ciudadanía a once millones de migrantes, casi la mitad de ellos mexicanos.

Sin embargo no podemos olvidar el guiño más revelador de todos: atrás del escritorio del mandatario, entre fotos familiares, yacía discretamente el busto del activista pro inmigrantes de origen mexicano César Chávez, vigilando mientras Biden colocaba su firma en los documentos el pasado 20 de enero. Fue el pequeño pero gran homenaje al voto latino que ayudó a llevarlo al poder.

Biden, de 78 años, llega a la Presidencia con un nivel de aprobación de 64%, mayoría en ambas cámaras del Congreso y un gabinete diverso. De la mano de la primera vicepresidenta en la historia de su país, su mayor reto no solo será unificar a una nación dividida sino hacer frente además a una pandemia global y una crisis económica que deja más de diez millones de desempleados. Esto sin mencionar el desastre que heredó el gobierno de Trump en la escena internacional. El reto es inmenso.

Lexema Uno de los primeros lemas nacionales de EU fue e pluribus unum, una frase en latín que significa “de muchos, uno” y hace alusión a la unidad en la diversidad. Al parecer esto no pasó desapercibido para la administración Biden.