EL VACÍO QUE DEJA MERKEL

“La canciller deja el cargo con un nivel de aprobación mucho más alto que cuando empezó”.

Lucy Bravo
Columnas
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La reunificación de Alemania se declaró oficialmente el 3 de octubre de 1990, proceso que condujo a una convulsa etapa de fusión de los territorios divididos tras la Segunda Guerra Mundial. Hoy, 31 años después, Alemania atraviesa otro parteaguas en su historia: el fin de “la era Merkel”.

Al igual que sucedió con “la cortina de hierro”, los 16 años en el poder de Angela Merkel como canciller alemana llegaron a su fin; y como era de esperarse esto desata toda clase de debates sobre su legado.

Las comparaciones con su mentor y predecesor Helmut Kohl, quien dirigió a Alemania a través de la reunificación, son igualmente inevitables. Sin embargo, los paralelismos resultan inadecuados ante las necesidades geopolíticas que cada uno experimentó durante su gestión. Kohl fue la transición de la Guerra Fría a la democracia, mientras que Merkel fue la defensora del “mundo libre” ante el auge del populismo y el nacionalismo.

Pero si tuviéramos que resumir su legado sin duda comenzaríamos por su papel para solventar la crisis de la deuda soberana que sacudió a la Unión Europea. Con apenas tres meses en el cargo —ocupado por primera vez por una mujer— la canciller alemana cerró los acuerdos que ayudaron a los países más endeudados de Europa a sobrevivir a la crisis financiera de 2010-2012.

Otro momento clave fue la acogida a más de un millón de refugiados provenientes de Oriente Medio y África en 2015.

También estuvo al frente de las negociaciones del Brexit para mantener a la Unión Europea unificada en momentos en los que se pronosticaba un efecto dominó.

Su liderazgo con base en la ciencia también es ampliamente elogiado como ejemplar en el combate de la pandemia de coronavirus.

Progresista

Pero no solo destacó en la escena internacional. En casa su legado incluye la abolición del servicio militar obligatorio; la eliminación progresiva de la energía nuclear; la adopción del matrimonio igualitario; la implementación de una cuota de género en los directorios corporativos y la instauración de un salario mínimo.

No por nada la canciller deja el cargo con un nivel de aprobación mucho más alto que cuando empezó, es decir, de 70%, motivo por el cual el candidato que obtuvo más votos en la pasada elección parlamentaria fue precisamente su ministro de Finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz, cuya campaña se caracterizó por ofrecer continuidad al proyecto Merkel aun cuando él pertenece a otro partido.

Pero otro aspecto fundamental es la ausencia que ahora deja en cuanto al espacio que ocupan las mujeres en el poder. Tener mujeres visibles en los escenarios políticos más altos ofrece lo que los científicos sociales llaman el “empoderamiento simbólico de las mujeres” u ofrecer modelos a seguir para las niñas que pueden verse a sí mismas en el cargo más alto. La mera presencia de Merkel en la política alemana abrió la puerta a otras mujeres, incluida Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión de la Unión Europea, y Annegret Kramp-Karrenbauer, ministra de Defensa alemana.

Esto no significa que su paso por la política alemana se convertirá en un estandarte del movimiento feminista, ya que la propia Merkel, como muchas mujeres líderes conservadoras, ha jugado un papel ambivalente en la lucha por la agenda progresista en su país. Por ejemplo, convocó a una votación parlamentaria sobre el matrimonio igualitario sabiendo que se aprobaría, aunque ella votó en contra.

Lexema Sin duda la oficina dio forma a su ocupante. Merkel, con el tiempo, se convirtió en feminista, tal vez a su pesar. De hecho, cuando terminó su mandato finalmente anunció: “¡Sí, soy feminista!” Nada mal para la hija de un pastor luterano que creció en la Alemania comunista.