¿FARSA O TRAGEDIA EN BRASIL?

“La democracia está en riesgo en todas partes”.

Lucy Bravo
Columnas
Elecciones Brasil, Lucy Bravo

En una de las elecciones más cerradas de los últimos tiempos, Brasil acudirá a las urnas el domingo 30 de octubre y lo único claro hasta el momento es que la verdadera batalla no será entre la consolidación de la ultraderecha o el retorno de la izquierda, sino por la verdad en un país que ya no parece distinguirla.

Desde acusaciones de “ritos satánicos” contra el expresidente Luis Inácio Lula da Silva hasta rumores de “canibalismo” sobre el actual mandatario Jair Bolsonaro, la democracia más grande de América Latina se ha convertido en el experimento más extremo de la era de la posverdad.

Y las consecuencias podrían ser catastróficas, sin importar los resultados en las urnas.

No es ningún secreto que el actual proceso electoral se salió de control, incluso para los estándares del siglo XXI y su oleada populista.

Por un lado, los partidarios de la derecha trabajan horas extras para mantener la campaña de difamación, pensamiento mágico y noticias falsas contra el histórico líder de izquierda. A golpe de likes y retuits lo acusan de promover la homosexualidad en las aulas y manipular las urnas electrónicas. Y, por el otro, los partidarios del retador del Partido de los Trabajadores difunden toda clase de versiones asociando a Bolsonaro hasta con la pedofilia. Sin embargo, sus esfuerzos palidecen en comparación con los de la maquinaria de desinformación “bolsonarista”.

Consecuencias

La democracia está en riesgo en todas partes, pero Brasil destaca por su demanda insaciable de redes sociales, sus instituciones cambiantes como veleros y su incapacidad para seguirle el paso a la tecnología.

El desafío en Brasil, como en muchas partes del mundo, es cómo determinar qué información es verdadera o falsa y quién debe decidir.

Hasta hace unas semanas el Tribunal Superior Electoral de Brasil se había mantenido al margen de la cacofonía de información falsa, pero eso cambió cuando aprobó la adopción de medidas especiales para combatir la divulgación de fake news.

Sin embargo, por mucha experiencia legal, el máximo tribunal está claramente rebasado por el mundo digital. Incluso antes de que se llegara a esta resolución la Corte Suprema de Brasil recibió más de 80 mil denuncias por noticias falsas tan solo en el último año. No es difícil imaginar cuál será el resultado en una sociedad que intenta responder a las amenazas digitales con procedimientos analógicos y un sistema judicial lento.

En tiempos de doxing, deepfakes, bots y granjas de trolls el combate a la desinformación no puede quedar en manos de un puñado de jueces. La única vía realista es una limpieza profunda del contenido tóxico por parte de las plataformas. Pero esto se ha convertido en una tarea dantesca en los mercados que no son de habla inglesa. Simple y sencillamente tenemos que aceptar que los gigantes tecnológicos no se toman lo suficientemente en serio la proliferación de noticias falsas en sus redes; mucho menos en países que no comparten el idioma de Silicon Valley.

El problema es que la democracia no tiene tiempo para esperar algoritmos más sofisticados y las consecuencias en las urnas son solo el principio. Las amenazas tecnológicas de hoy no son nada comparadas con las del mañana. Aunque para ese entonces muy probablemente recordaremos con añoranza las problemáticas de este turbulento 2022.

Lexema El expresidente de Estados Unidos, James Madison, alguna vez dijo que “un gobierno popular, sin información popular, ni los medios para adquirirla, no es más que el prólogo de una farsa o una tragedia; o tal vez ambos”. Hoy, 200 años después, sin duda navegamos entre ambos.